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A las doce en punto de la noche subió alguien a la tarima del fondo donde una banda de Jazz tocó sus piezas de fondo durante toda la noche. Ninguno de los seis había probado bocado de los deliciosos entrantes, sin embargo los tres brujos teníamos una copa de champagne en la mano. JeongIn iba por su segunda y Jennie por la mitad de su primera mientras yo sostenía la mía como mera decoración. De vez en cuando, Changbin se acerca a sus Generales y les susurraba algo que no oí.

Cuando la banda de Jazz dejó la tarima, todos los asistentes se habían acercado para ver lo siguiente que les deparaba la noche. Vi como Changbin estaba cada vez más tenso y sus ojos inspeccionaban cada esquina, cada rostro, buscando algún indicio de peligro. Dispuesto a atacar en cualquier momento y estaba seguro de que esta vez, no tendría miramientos en cuanto a capturar a Woojin.

Traté de sentir lo que estaba sintiendo él, pero estaba tan hermético que solo me sentía a mí mismo. Decidí no distraerlo, no ahora que sabía que su control era delicado en estos momentos.

Por alguna extraña razón, saber eso me puso nervioso. No dejaría que nada le hiciera daño. Pero no era que sintiera que debía protegerlo. Changbin se sabía defender solito al igual que él lo sabía de mí. Pero si necesitaba apoyo, no tendría ni que pedirlo.

El hombre vestido con un traje rojo y ahumado en los ojos que había subido a la tarima, dio dos palmadas antes de darnos la bienvenida.

—Damas y caballeros, brujos y brujas, bienvenidos esta noche a la mansión Bleu. Sé que habéis recibido las invitaciones con poco tiempo de antelación, pero ya veo muchas caras conocidas y me alegra ver a tantas esta noche. Por todo ello quiero agradeceros y en nombre de la organización, daros la bienvenida.

Nosotros estábamos, más bien al final de la multitud, pero realmente habrían unos cincuenta invitados, así que no es que estuviéramos tan lejos de la tarima.

—En esta noche especial es un honor para mí presentarles al brujo que ha hecho posible este día. Con todos ustedes, Kim Woojin.

Los bellos de la nuca se me erizaron cuando sentí antes de ver la nauseabunda magia de un portador del caos. El estómago me dio un vuelco y antes de poder evitarlo aparté el rostro de la tarima mientras me tapaba la nariz y la boca tratando de respirar algo de aire fresco.

La potencia de mis nuevos poderes, saturaba mis sentidos y en esta ocasión era tan intenso que quería vomitar. Olía a muerte, a locura. El hedor era tan potente que mi cerebro no podía catalogar de dónde venía. Porque no paraban de pasarme imágenes en la mente de cuerpos muertos, gente sufriendo, el olor de la enfermedad y la descomposición, niños riendo mientras veían a sus mayores gemir de dolor ante la inminente muerte por infección de sus heridas. Demonios jugando con esos niños, enseñándoles lo divertido que era clavarle las garras en los globos oculares a otros y ver como explotaban en sus dedos, como chorreaba el acuoso líquido que daba forma a los ojos y la sangre posterior que se derramaba como lágrimas en la cara de algún familiar, gente caminando con el vientre abierto y los intestinos colgando mientras alimañas, moscas y bichos se posaba en las heridas, infectándolas más.

Dolor.

Hedor.

Miedo.

Locura.

Y debajo de todo eso, la agradable brisa nocturna de la mente de Changbin acariciando las puertas de mi casi inconsciencia, instándome a que volviera a la realidad.

Realmente fue un chaleco salvavidas sentir sus manos ásperas sosteniéndome.

—¿Estás bien? —susurró en mi oído.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now