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El vuelo había templado mis pensamientos y mi cabeza estaba más clara cuando aterricé en el aquelarre. Descubrí que Chan no estaba, al parecer había ido al centro comercial al enterarse de que parte de los niños estaban allí. Había intuido algo antes de que me fuera y supongo que el que no hubiese sabido distinguirlo lo irritaba. Chan no era un hombre que se quedara con los brazos cruzados y sin hacer nada. Y ahora le estaba tocando delegar más de lo usual. Pero lo estaba llevando bien. Se estaba encargando de las cosas internas del aquelarre, de los estudiosos y los contratos que llegaban constantemente. Pero esa solo era una parte de lo que le corresponde por ser líder. La peor y más dura de sus responsabilidades es velar por el bienestar de todos.

Yo conocía a mi hermano. No se sentía útil en este momento.

Quería darme una ducha antes de ir a ver si Zac se había despertado así que fui a las duchas generales del área de entrenamiento al aire libre. A esa hora y con la temperatura tan agradable de esa noche fresca de primavera, me serviría para terminar de despejar la mente.

Oí estallidos de latigazos.

Seguramente alguien estaría practicando con el espíritu de tierra en la sala de entrenamiento. Caminé sin prisa, escuchando la brisa del viento, los animales nocturnos y pisando la hierba mojada por el rocío, sentía mis manos sudorosas y pegajosas de sangre. Inmediatamente espanté de mi mente todo lo relacionado con cuerpos desmembrados, sangre y vampiros descontrolados.

De nuevo el latigazo de las enredaderas del área de entrenamiento irrumpió mi tranquilo caos de mente. Giré la cabeza a mirar el campo de entreno pero desde allí los árboles y arbustos no me dejaban ver quién estaba allí. Solo veía un agitado viento mover las copas de los árboles y a mí llegaron los jadeos esforzados de la persona que estaba luchando contra el espíritu.

Oí un golpe seco, lo que pareció un golpe contra el suelo o con algún tronco.

No me había dado cuenta de que me había encaminado hacia allí hasta que tuve que apartar una de las ramas bajas de un árbol y algo más abajo de la ladera se desplegó el área de entrenamiento. Observaba desde arriba como el espíritu había cambiado todo el patrón de entrenamiento para ese brujo que luchaba por salir de allí con todo lo que tenía. El campo semi iluminado con la luz de las llamas también era parte del entrenamiento. Luz y sombras. Reconocí el estilo de lucha y también la manera de moverse, el ligero retraso en sus movimientos y cambio de peso antes de esquivar un ataque. Aquel mal hábito que siempre tratábamos de pulir. Las runas lanzadas a diestro y siniestro. Aún le costaba patinar sobre el aire con las runas que le había enseñado pero distancias cortas las recorría bien. Se notaba que había perdido forma y físico, pero su carácter y perseverancia estaban ahí.

Zac no me vio durante la media hora que siguió, me senté en la ladera con una pierna estirada y la otra encogida, observando su lucha. Se estaba desfogando, ni siquiera estaba pensando cómo salir de allí, su mente estratega no estaba funcionando. Hasta que se rindió y el espíritu lo dejó salir.

Fateor victum, vincere te (Me rindo, tú ganas) —eran las palabras para que el espíritu te dejara salir de su prisión.

Observé como se tambaleaba hasta uno de los árboles y se tiraba en la hierba boca arriba intentando recuperar el aliento.

—¿Mejor? —Dije desde mi posición unos metros más arriba de él.

Zac pegó un brinco del suelo y me miró con los ojos como platos.

—Joder, papá. Podrías haberme dicho que estabas aquí.

Aquellas primeras palabra y el reconocimiento como su padre me encogieron el corazón en el pecho.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now