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-Abre. -Dijo desde fuera mirando a la cámara.

Por supuesto que ese tono arrogante y demandante no podía ser sino él. Parpadeé un par de veces antes de recordarme todas las veces que me había humillado.

-¿Qué quieres? -Dije a través de la puerta.

-¿En serio, Felix? Nos separan apenas tres centímetros de madera. Abre la puerta. Traigo la cena. -Dijo levantando la bolsa.

Por mucho que quise que no me afectara, lo hizo. El Rey arrogante se había tomado la molestia de traerme comida. No pensaba agradecérselo. Pero valoraba el gesto.

-Ya he cenado. Vete. -Apagué la luz de la entrada.

Lo oí soltar una maldición y bajar la bolsa a un lado. Sonreí al verlo frustrado por no conseguir lo que quería. Una pequeña venganza. Lo vi suspirar y dejó la bolsa junto a la puerta.

-Cógela cuando me vaya. -No respondí, como si me hubiese ido. Lo vi dubitativo en la puerta, se pasó los dedos por el pelo hasta la nuca, donde dejó la mano y miró al cielo nocturno en un gesto nervioso. -¿Estás bien? -Dijo tan bajo que apenas lo oí. -Te he oído llorar. -Las mejillas se me calentaron de vergüenza y el calor subió hasta las orejas. Solo había estado ahí fuera quince minutos, para mí había pasado más tiempo, en la visión, pero se vé que en la vida real apenas habían sido unos minutos. -También sé que no te has movido de la puerta. -Volvió a mirar a la cámara y me congelé en el sitio. -Si no quieres hablar conmigo, lo entiendo, pero si necesitas hablar con alguien, hazlo. Llama a quien sea, a tu hermano o a ese brujo, ¿cómo se llamaba? -Frunció el ceño y se mordió el labio inferior tratando de buscar su nombre, uno de sus colmillos captaron la poca luz de la entrada.

Se me secó la boca con miedo y deseo. Por alguna extraña razón recordé la imágen de nosotros dos besándonos que me había mostrado el libro y tuve un problema en esa parte de mis pantalones que, de pronto, me quedaban un poco justos. Volví a mirar su boca, donde ahora se lamía el labio ajeno a mi inspección. Traté de recordar sus colmillos, esas peligrosas armas. Y no causaron el efecto que quería, no se me erizó la piel por el miedo, no sudé frío, nada de eso.

Joder.

-Jeong... ¡JeongIn! -Exclamó cuando logró acordarse.

Me tapé la boca para evitar que se me escapara la risa. Casi podía oírlo "¡Me acordé! Me acordé del nombre de tu amigo. ¿Ves que no soy tan gilipollas?" Aunque Changbin no sería tan vulgar. Seguramente estaría solo repitiendo mis insultos.

Miró la puerta e hizo un amago de sonrisa, como si de verdad sintiera algo de diversión en ese corazón frío.

Se me encogió el mío.

Se sentó en el suelo, sucio, con la espalda en la puerta y la mirada a la noche. El elegante abrigo negro, ahora lleno del polvo de la calle, pareció importarle nada cuando cruzó las piernas y se puso cómodo. Como si planeara quedarse ahí por un rato.

-Puedes hablar conmigo y hacer como que no estoy, a partir de este momento no diré una sola palabra. Solo... -Por una vez, parecía no encontrar las palabras. -Sonabas completamente desgarrado.

-He tenido una visión demasiado vívida.

No sabía por qué le estaba dando explicaciones a una persona que había escuchado detrás de una puerta una situación a la que no había sido invitado a participar. Aunque había de admitir que, lo más probable hubiese sido que no lo hubiera hecho adrede. El oído vampiro era muy fino.

Lo ví asentir, pero no dijo nada, como había prometido.

Tampoco me importó si me creía o no.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora