10. La gran noche.

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*La de la foto es mi diosa Antonella.

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ANTONELLA JOHNSON.

A final de cuentas ambas fuimos escogidas para ir al evento y no me molesta, cosa que a Alessandra parece que la idea le desagrado pero no pudo decir nada más ni quejarse.

Nos dió el siguiente día libre pero que terminemos el trabajo hasta medio día en casa para que no se nos acumulé y en la tarde arreglarnos para la noche.

Son las 6:30 de la noche y después de darme algunos toques con el maquillaje, me pongo los tacos rojos neon para tomar mi cartera y salir de mi apartamento rumbo a juntarme con el Señor Vélez en el sitio donde se realizará la donación.

Sugerio venir hacia mi edificio para irnos juntos pero ya que el sitio está a 5 minutos de mi departamento me negué rotundamente sin ser descordial.

Quise también adelantarme y explorar el sitio y a las personas con las que voy a estar rodeada.

Llegó hacia el gran salón y tras mostrar mi gafete que guarde en mi cartera al guardia para probarle que soy la secretaria de el dueño de Velez Sports entró al sitio capturando la atención de todos los hombres que sienten mi presencia.

Es común, se de la belleza y elegancia que poseo, tambien de las miradas lascivas de hombres me brindan, se que con una sola palabra puedo tener a cualquier hombre a mis pies y que todos estos hombres que ahora mismo me miran con tanto anheló quieren entregarme el mundo entero solo por darles mi atención.

Parece un don pero con el tiempo es una jodida maldición.

Sonrió con coquetería a algunos que quizás llaman mi atención, y no por que quiera, sino por qué está en mi ser y mis venas el coquetear sin pretenderlo.

Mi pierdo entre los cuadros de arte que adornan el salón y quiero gritar de emoción en cuanto tengo frente a mi el gran retrato de Marylin Monroe.

Casi saltando llego hacia ella y paso la yema de mis dedos delicadamente sobre la pintura mientras siento que tengo un orgamos por la sensación de adrenalina y emoción.

—Siempre he creído que Marylin Monroe fue una belleza de otro mundo...—la voz gruesa a mis espaldas me hace pegar un brinco y tras girarme sobre mis talones veo a un hombre mirar atentamente la pintura.

Estudio las fracciones de su cuerpo y es increíblemente ardiente la belleza enigmática que este ser desprende de cada poro de su bronceada piel morena, llevándome a la idea de estar frente a un Italiano.

— Yo diría más bien que fue como una diosa, a la que no podemos evitar admirar y idolatrar.

Sonríe y lentamente gira para observarme provocando que una corriente sacuda mi cuerpo entero por su oscura y penetrante mirada.

— Tienes razón— da dos pasos hacia mi y extiende su mano en mi dirección— Soy Marcelo Monti.

Y sonrió por qué mi intuición jamás me falla.

Tomo su mano y luego de lamer mi labio inferior, contesto: —Antonella Johnson, piacere mío.

«Antonella Johnson, piacere mío: Antonella Johnson, un placer»

Que le hable en italiano de una manera lenta y provocadora le afecta, puedo ver en sus pupilas dilatadas y como su respiración comienza hacerse pesada.

El hombre es como un puto Adonis, y pese a que llama mi atención jamás intentaría liarme con el. Es como una atracción cualquiera, como cuando vez a algún hombre en la calle que llama tu atención pero no lo suficiente para tener algo con él.

— Para mi sería un placer seguir platicando con usted pero mis deberes llaman.

Asiente con pesadez y hasta ahora me doy cuenta que no ha soltado mi mano y que la sigue teniendo unida a la de él.

— È stato un piacere per me incontrarti stasera, mia cara— besa el dorso de mi mano sin apartar sus ojos de los míos y le dedicó una sonrisa amable para quitarle de sus fantasías.

« È stato un piacere per me incontrarti stasera, mía cara: Fue un placer para mi conocerte esta noche querida»

— Penso lo stesso — « Pienso lo mismo »

Retiro mi mano de la suya y cuando estoy por girarme una mano en mi cintura me inmoviliza reconociendo al instante quién es por su deliciosa aura.

— Buenas noches— sonrió ante el tono de su voz reprochante— Veo que conoces a Marcelo, Anto.

Y no sé por qué el diminutivo de mi nombre en sus labios suena tan tentador y provocativo.

— Acabo de conocerlo.

El italiano se mantiene en silencio, y yo ruedo los ojos por las miradas que se brindan amenzandose.

—¿Y Alessandra?— pregunto ante el incómodo momento.

— Está por allá, vamos a buscarla— y pese a que es simplemente una táctica para nada sutil descido hacerme la tonta y con un movimiento de cabeza despedirme del moreno que por nada del mundo me quita la mirada de encima.

Nos perdimos entre la multitud saludando a mucha gente que seguramente Christopher ni conoce a la mitad pero a pesar de eso los trata con gentilidad.

Veo a un mesero acercarse con una bandeja de bebidas y agarro la copa que mis dedos atrapan para darle un bocado sintiendo como el agarre de su mano en mi cintura aumenta con tanta posesividad que me está gustando.

Nos alejamos más de la multitud y cuando solo pocas personas están cerca de detiene y me arrincona hacia la pared donde las personas apenas nos pueden ver si se fijan bien.

—¿Marcelo llama tu atención?— el tono celoso y frío hace que levante una ceja incrédula.

— A mi todo mundo me llama la atención...— jugueteo con su autocontrol y tensa su mandíbula haciendo que el lado oscuro y deseoso que se esconde bajo toda esta ridícula facha de mujer centrada salga a la luz, haciendo que mis pies se muevan por si solos hasta quedar a tan solo milímetros de el— Pero siendo sincera usted tienes toda mi jodida atención, señor.

Se que estoy metiendome en terreno peligroso pero eso lejos de asustarme logra exitarme de una forma tan extraña y retorcida.

—¿Celoso?—murmuro contra sus labios sintiendo su pulso alterado por la cercanía de nuestros cuerpos.

Su mano sube hacia mi cuello y me estampa con fuerza pero que no logra lastimarme sobre la pared, quitando con su otra mano los mechones rubios de mi cabello.

— El no es nadie para competir conmigo, además, tú eres mía y me importa un carajo si piensas lo contrario, Fiera.

El lunes les traigo el maratón que prometí, cuídense bebés.

Enseñame Daddy|| Christopher VelezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora