22. Deseo más ardiente.

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CHRISTOPHER VELÉZ.

Ruedo los ojos escuchando la voz de mí mamá por el celular y tras decirle cien veces que si, y regañandome por no avisarle que salí de viaje a Chicago corta la llamada.

—¿Que tal el viaje señor?— me pregunta Alessandra y fijo mi atención en ella.

— Relajante y divino.

Ella asiente dejando los archivos que le pedí en mi escritorio sentándose frente a mí.

—¿Era su madre con la que hablaba?—asiento volviendo mi atención al iPad comenzando a sentirme fastidiado por su interrogatorio—. ¿Y que quería?

— Saber si mis trabajadores son chismosos y que por ahí escucho que alguien tiene mucho trabajo que hacer y no está ni cerca de terminarlo.

Veo por un breve segundo su rostro sonrojado antes de escuchar el repiqueo de sus zapatos avisandome que se está levantando.

— Si nescesita algo puede llamarme— me sugiere y una sonrisa incrédula se me dibuja en los labios.

—Según se para eso te pago, ¿No?— vuelve a ponerse más roja de lo normal y después de varios años vuelvo a ver a la mujer tímida y centrada que conocí cuando apenas la había contratado.

— Si señor, lo siento— hago un ademán viendo como camina hacia la puerta y antes de que salga de ella la llamo.

— Alessandra...— me mira fijamente y por un momento siento compasión por el anhelo que siento en ellos—. Llama a Antonella por favor.

Asiente una vez más antes de dejarme completamente solo.

Anoto la dirección del restaurant que mi madre me dio por teléfono y espero pacientemente a que Antonella entré.

Cuando lo hace pica la puerta antes de entrar y sonrió ante el gesto, la sonrisa ladeada que tiene en el rostro grita travesuras calientes y es gracias a eso que mi día parece mucho mejor que antes.

—¿Me nescesita señor?— se sienta al frente mío y debo agarrarme bien de la silla si no quiero levantarme y abrirla de piernas para follarla ahora mismo.

— El señor me da vértigos, dime Christopher— digo y la diversión en sus ojos es notable.

—¿Nescesitas algo Christopher?— asiento entregándole el papel y frunce el ceño leyendo la dirección.

—¿Que es esto?

— La dirección de un restaurant

Rueda los ojos ante mis nada explicativas palabras y debo apretar los labios sino quiero soltar una carcajada.

—Eso lo sé ¿Pero que voy hacer allá exactamente yo?— pregunta intrigada y recuesto mi espalda en el respaldar de la silla para llevar mis dedos al mentón fingiendo pensar.

— No lo sé, quizás, ¿Comer?— pregunto incrédulo y ella me asesina con la mirada para levantarse y caminar hacia mí.

Y ahora sí parece gritar: Peligro, peligro y con todas las alarmas puestas.

— Acaso el señor Vélez amaneció con ganas de jugar hoy...— murmura caminando hasta quedar frente a mí y alejo un poco la silla para poder detallarla por completo.

La blusa blanca transluce un poco su sujetador y un botón se encuentra desabotonado justo entre su plano vientre, la prenda apreta bien cada parte caliente de su cuerpo y la falda negra entubada hace que sus torneadas y esbeltas piernas estén más apetecibles para mí.

Enseñame Daddy|| Christopher VelezWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu