37. El y ella

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ANTONELLA JHONSON

Marcó por centésima vez su número con el mismo resultado y trago el nudo en mi garganta viendo la hora, son las 3 de la tarde y Christopher todavía no ha llegado a la empresa.

Después de que hablamos caí dormida del cansancio y por la mañana me dejo en casa dándome un beso forzado en la frente antes de irse quien sabe dónde.

Las ganas de llorar nuevamente me entran y pestañeo constantemente para espantarlas ya que no quiero ser la llorona de el trabajo.

La cabeza me pesa y tomo agua de la botella arriesgándome una vez más mandándole un mensaje.

Mi presentimiento me dice que nada está bien y mientras más pasa el tiempo más confirmo que así es.

El malestar en mi cuerpo cada vez se torna peor y cierro los ojos con fuerza cuando estos me arden por la fiebre interna que acaba de darme. Camino hacia su oficina intentando abrir la puerta para ir hacia el botiquín de emergencia por alguna pastilla pero esta ni cede por más que la fuerzo.

— El señor Velez me ordenó cerrarla y me dijo que nadie entre.

Alessandra me da una sonrisa incomoda y asiento tratando de no lucir afectada.

— No... no lo sabía —susurro con la voz ronca.

— ¿Estas bien? — se levanta dirigiéndose hacia mi y medio sonrió tratando de decir que sí pero un mareo me llega nublando mi vista por leves segundos.

Enreda su brazo en mi cintura guiándome hacia los sillones depositandome allí con delicadeza.

— Joder mujer, si estas ardiendo en fiebre — se vuelve hacia su escritorio abriendo una botella de agua entregandomela cuando llega a mi lado para que la beba—. Deberías irte a casa, yo te cubriré y si él llega le diré que te llamé.

— No es necesario, se me pasará...—Ni yo me lo creo y entrecierra los ojos agarrando su celular.

— Voy a llamar un Uber, hasta eso quédate en el sillón y no te muevas.

Medio logro asentir sin poder abrir los ojos.

Después de un minuto me hace levantar agarrando mi cartera junto con mi celular llevándome hacia el ascensor.

Cuando ya estoy abajo me lleva hacia el auto amenazando al conductor con que si me secuestra se arrepentirá. El pobre hombre asiente pálido y después de darle una mirada amenazadora se despide y yo le susurro la dirección del edificio donde vivo.

No se sí no soy del todo consciente pero cuando me fijo en el entorno estoy a una cuadra de mi hogar así que agarro fuerte mi cartera para sacar mi tarjeta y pagarle pero el hombre me dice que ya pagó Alessandra.

Bajo cuando llego al edificio diciendo gracias caminando a toda prisa hacia el elevador ya que siento que no doy más. Las puertas se cierran como mis pulmones que no dan paso al aire, siento que me sofoco.

Las lágrimas no me dejan ver y recuerdo lo mucho que odio estar enferma, detesto con mi vida sentirme así.

Cuando el ascensor se detiene pongo la huella en el sensor y corro dentro rumbo a mi habitación despojandome de la ropa para meterme bajo las frazadas.

Mi cuerpo lo agradece y cierro los ojos cayendo profundamente dormida.

***

Algo frío en mi cabeza me hace despertar y abro los ojos viendo a mamá mirándome preocupada.

— Mi vida ¿Como te sientes? —sonrió apoyándome sobre mis codos.

Enseñame Daddy|| Christopher VelezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora