33. Lo somos todo.

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CHRISTOPHER VÉLEZ

Empotro a mí chica contra el ventanal inmenso, las embestidas violentas la tienen ansiosa. El puñado de cabello que tengo envuelto en el brazo me controlan las ganas de lastimarla y es que no lo hace, a ella no le asusta que le folle a cada nada ni que le deje rojo el culo con tantos azotes, ella exige más y yo como soy un siervo ante sus órdenes lo acato sin pensar.

Me prende más que empuje su culo una y otra vez hacia atrás enterrandose mi polla y el que yo no pueda hacer más que tensar los músculos de todo el cuerpo.

Me prende que gima y jadee sin vergüenza, que suplique mi nombre, que se corra gracias a mí y que a cada nada este con ganas de más igualandome en las enfermas ganas de llenarla a cada nada.

Me prende tener tanta carne de la cual agarrar como es el caso ahora que le abro las nalgas maravillado con la carne rosada que aguanta toda la potencia de mi polla.

— ¿Que somos fiera? —le susurro en el oído enterrandole mi verga gruesa que brilla por la sangre acumulada en el glande.

— Lo somos todo —me susurra sin pensarlo y aumento la potencia de embates donde arremeto a su coño sin darle tregua.

Se lo meto toda y ella la aguanta con el labio atrapado entre sus dientes. La brutalidad de mis movimientos le hacen saltar las tetas, me encanta la imagen que tenemos ahora yo dándole por atrás y ella abriendo más las piernas y acariciando mis testículos con la mano que tiene libre ya que la otra la tiene entre sus pechos manoseandose con la mezcla de sus fluidos y su saliva.

Una imagen sucia, morbosa y candente que me avesalla el alma entera cuando llegamos al orgasmo juntos sin dejar de penetrarla. Grita mi nombre seguido de una maldición.

Y no aguanto las ganas de incarme para lamerle el coño rosado ahora cubierto por nuestra corrida.

—¿Nos bañamos juntos? —pregunta con una sonrisa inocente que se me hace falsa ya que hace 30 minutos atrás estaba mamandome la polla con una sonrisa diabólica.

— Está bien, así ahorramos agua.

Los dos sabemos que bañarnos será lo último que haremos.

Lo confirmamos cuando salimos una hora después de dos corridas salvajes que me eliminaron la tensión y la taquicardia.

— ¿Me veo bien?—pregunta dándose una vuelta con lo que tiene puesto.

Una sudadera mía con un par de zapatos Jordan y un pantalón deportivo que no se dónde saco que pese a ser ancho le rodea las nalgas grandes que se carga.

— Te vez horrible —la molestó y ni caso me hace por que se mira en el espejo sonriendo egocéntricamente.

— Aja, lo que digas.

Tira de mi mano sacándome de mi departamento sin explicaciones.

— ¿A donde vamos? — pregunto abrazándola posesivamente por la cintura estrecha que tiene.

— Quiero comer algo, tanta acción me despertó el apetito.

El ascensor se detiene y bajamos hacia el estacionamiento donde desactiva la alarma con la llave del Mustang rojo estacionado que casi no utilizó.

Subo al asiento de piloto y ella busca en la estereo del auto la canción de Sia, Snowman que comienza a sonar por los altavoces.

—¿Cuantos autos tienes? — pregunta dejándome un beso en los labios cortito para acomodar mi cinturón de seguridad sin perder oportunidad de manosearme el paquete.

Enseñame Daddy|| Christopher VelezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora