11. Hija de puta

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ANTONELLA JOHNSON.

El trabajo doble es mucho más pesado que cualquier otro día y debo esforzarme para no mandar a la mierda a Alessandra que tiene millones de fichas por llenar o corregir que me tocan llenar a mí gracias a que ella está en un viaje de negocios acompañando al Señor Vélez.

Yo pude haber estado allá mientras ella se mantenía aquí pero sabía que la maldita dejaría acumular más trabajos para que yo los llené.

— Buenos días, Empresa Vélez, ¿En que le puedo ayudar?— digo agitada por subir tantas veces por las escaleras ya que el ascensor siempre está lleno— No, el Señor se encuentra fuera del país, pero puede dejarme a mí el recado.

El hombre en el teléfono dice que tiene que hablar personalmente con el y lo único que logró conseguir es su nombre: Gregory Colbert.

Camino hasta mi escritorio y ya que en este piso solo estoy yo y muy pocas veces llegan asistentes a dejar más carpetas descido abrir la lata de cerveza que compre afuera del edificio para calmar los nervios y el estrés que tengo clavado en las venas.

Gimo por el sabor frío que se cuela en mis papilas gustativas.

Lanzó la lata al basurero en cuanto me la acabo y luego de agarrar mi cabello en una coleta mal hecha con muchas hebras fuera me concentro en mi trabajo.

2 horas después bajo hacia el comedor y camino con la frente en alto hacia la misma mesa de siempre luego de coger snacks, fruta y un jugo entregando el ticket a la morena que se encarga de nuestros almuerzos.

— Siento que de tanto teclear y escribir mis dedos se van a quedar paralíticos — bromeó con un puchero hacia Dinora y ella ríe para lanzarse hacia mí besando sonoramente mi mejilla.

— Deberías hacer simplemente la mitad, el hecho de que Alessandra sea su asistente no le da derecho a no hacer nada y dejarte todo el trabajo a ti.

Lo haría pero soy demasiado perfeccionista y logró irritante con mucha facilidad que con el simple hecho de ver todas las carpetas amontonadas sin estar correctamente llenadas hace que una bola de impotencia y obligación se llene en mi estómago.

— Dejémos que disfrute su viaje, la próxima semana quien se pintara las uñas y irá de viaje seré yo— ironizó con burla y Dinora me asesina con su mirada.

— Aunque con el hecho de según ella intentar coquetear al jefe ya la estás dejando en el suelo— sonrió por su exageración y procedo a darle un mordisco a mí manzana escuchando el drama que tuvo con su ex-novio.

— El muy cabrón me dijo que tengo el coño demasiado caliente...— dice ofendida y suelto una carcajada ante su confesión— Que el puto sea un eyaculador precoz y que al minuto acabé no es mi culpa.

Asiento con una sonrisa divertida escuchando atentamente.

— Además que quiera tener sexo hasta que mi coño se seque no es malo, ¿verdad?— me atoro con el aperitivo que tengo en la boca aclarandome la garganta tomando mi jugo de durazno.

— No tiene nada de malo, Dinora, pero que hables de eso cuando estoy comiendo definitivamente no es buena idea.

Suelta varias carcajadas tras entender mi punto y logro ver algunas lágrimas bajar por el rabillo de su ojo por la risa.

— Tu hablas de tu coño y cuando veo a mí manzana mi mente me traiciona ya sabrás con que sucio pensamiento.

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Son las 5 de la tarde y mientras la mayoría ya se están saliendo del trabajo yo no estoy ni cerca de terminar con tantos folders por ordenar y transportar hacia la sala de archivos.

Cierro la última carpeta de balances enviándola al correo del Señor Vélez que seguramente revisará Alessandra ya que el jefe estará muy ocupando con tantas llamadas y negocios por cerrar.

Cojo entre mis brazos una montaña de carpetas para a lo ciegas caminar hacia la oficina administrativa temiendo no chocar con nada en el trayecto.

Después de ordenar voy por otra montaña y sin notarlo chocó contra algo, o más bien alguien que me quita las carpetas y yo sonrió sonrojada por la repentina presencia del rubio que acompañaba a el Señor Erick aquella noche.

— Hola — sonríe, provocando que las entrañas se me contraigan por la hermosa sonrisa que tiene.

— Buenos días señor...— y el sonrojo aumenta por que no me sé su nombre.

— Zabdiel, Zabdiel de Jesús— me aclara y le devuelvo la sonrisa sintiéndome más cómoda con su presencia.— ¿No se supone que ya debes estar saliendo de la empresa?

Hago una mueca caminando a su lado hacia la oficina.

— Debería, pero con tantos archivos por corregir, administrar, ordenar y rellenar sinceramente no.

Frunciendo el ceño abre la puerta para dejar todo encima del escritorio que pese a que no está ocupado se mantiene limpio.

—Pero solo son los de esta semana— me aclara y luego de tomar aire y preguntarme a mí misma si debo decirselo o no por que no quiero más problemas de los que tengo.

Aunque siempre he dicho que soy una perra, hay que demostrarlo.

— Bueno, creo que la anterior chica no termino ni la mitad del trabajo y me tocó corregir todos los balances, datos, archivos y más, además los de este mes estaban por corregir y ya que Alessandra es la asistente del Señor Vélez me toca a mí hace todo el trabajo.

Zabdiel está cada vez más desconcertado y debo morderme el interior de mi mejilla para no sonreír triunfante.

—¿Entonces que es lo que hace Alessandra?

— Pasar llamadas, conversar con su amiga y pintarse las uñas.

Pasa las manos por su cara molesto y quizás para no ser tan perra diré que muy, muy en el fondo de mi corazón me siento mal por ella.

— Ve a casa, termina solo lo que a ti te corresponde — seguramente ve mi cara confundida y dice: — Cuando Alessandra vuelva tendrá que venir hacer todo lo que falta y le corresponde.

—¿Pero no tendré problemas con ella?— pregunto inocentemente y el niega para sonreirme.

— No, ve tranquila — asegura y sonrió— Hablaré con Christopher de ésto.

— Gracias...— murmuró antes de ponerme de puntitas, por que es mucho más alto que yo, para besar su mejilla delicadamente.

MARATÓN!
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Enseñame Daddy|| Christopher VelezWhere stories live. Discover now