27. Lo tenemos

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ANTONELLA JOHNSON.

Río limpiando el jugo que resbala por la camisura de mi labio mientras Christopher no deja de burlarse de mí diciendo que parezco niña pequeña.

— Deja de reírte de mí — le digo con una sonrisa inmensa para lanzar la servilleta en su cara.

— ¿Cuántos años tienes Antonella?, ¿acaso 5?— pregunta sin dejar de reír y ver sus ojos achinarse por la risa que le provoca me hace sentir más enamorada de él.

— Se me resbaló, tu que me miras como idiota — me justifico acusándolo y veo como hecha la cabeza hacia atrás mientras no deja de carcajearse.

Cuando las risas cesan es imposible no fijarse en sus labios carnosos curvando una sonrisa inmensa burlona con los ojos brillantes mirándome fijamente.

— ¿Que crees que dirán de nosotros?— pregunto levantándome a recoger los restos de platos que están sobre la mesa con los vasos de jugo para dejarlos en el lavado.

— No lo sé — me dice sin más, mientras se encoge de hombros. — A decir verdad, no me interesa.

— Ahora si, vamos a tu oficina. —  lo halo y este no hace ni un intento por cooperar—. Anda Christopher, mira que ya casi terminamos por qué a decir verdad estoy demasiado agotada.

— Deja de quejarte, ha sido solo una semana. — me dice y ruedo los ojos jalandolo con más fuerza.

—Una semana de encierro interminable en tu oficina sin salir nisiquiera a respirar — refunfuño y al ver que no me voy a dar por vencida se levanta.

— Sin contar con una buena compañía, comidas más deliciosas, una cama sin salir del edificio y dos o más orgasmos al día.

— Pero igual, quiero aire, salir de esta oficina, no ir a tu ático dónde lo único que puedo hacer es acostarme a dormir.

— No olvides también abrirte de piernas para comerme ese coño.

Suelto una carcajada ante la vulgaridad de sus palabras dejando un casto beso en esos dulces labios gruesos que tiene.

— Bueno también eso, pero vamos, quiero acabar esto por qué me voy hacer claustrofobica — hago drama.

Y sin dejar de mirarme asiente, haciéndome sentir nerviosa ante la intensa observación que me brinda detallando mi rostro.

— Deja de mirarme, me pones nerviosa — le explicó intentando tapar mi cara con mis manos, pero las atrapa antes de que haga algún intento.

— Me gusta verte, si es un delito asumo la culpa — me dice dejando un pequeño beso en mi frente y me es imposible no abrir la boca para decirle que me encanta.

— Pero me haces sentir intimidada — le explicó otra vez y parece restarle importancia a mis palabras por qué enseguida agarra mis nalgas para alzarme haciendo que enrede mis piernas en el entorno de sus caderas.

— No deberías Antonella, por si no lo sabías tu rostro es la novena maravilla del mundo — me dice sin dejar de acariciar mi culo y pese al indebido toque es imposible que no sienta las mariposas revolotear en mi estómago.

— Eres un pervertido dulce.

— Todo los que tú quieras, fiera.

Y me encanta el seudónimo que me otorgó. No hay por qué negarlo.

— ¿Crees que el día estará soleado?— le pregunto ya que atravez del vidrio se puede captar apenas el sol.

— Quizás — murmura sin darle un vistazo al ventanal y voy a reprocharle pero se me adelanta. —¿Que tal un viaje en yate hacia una isla?

Enseñame Daddy|| Christopher VelezWhere stories live. Discover now