21. ¿Y tu eres...?

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ANTONELLA JOHNSON.

Veo a Christopher perderse por el salón y sin entender la razón por la que lo hace, me giro para atrapar un bocadillo sintiendo mis pupilas gustativas degustar del delicioso sabor.

Llegó hasta la otra mesa para agarrar una fresa y enbarrarla de chocolate en la fuente que está tiene.

Cierro los ojos soltando un pequeño gemido por el sabor del chocolate y vuelvo a la otra mesa agarrando una copa de vino rojo dándole un pequeño sorbo sintiendo mi lengua degustar del líquido que ingiere mi garganta.

Escucho un carraspeo detrás de mí y veo a un señor de aproximadamente unos 50 años mirando mi culo y me incómodo llegando al otro extremo de la mesa con una buena distancia entre ambos.

Vuelvo a tomar otro sorbo del vino y la impaciencia me ataca cuando siento la mirada pesada de varias personas a mis espaldas y la mirada fija del hombre a mi lado.

—¿Nescesita algo?— le pregunto cuando me exaspera su atención y una asquerosa sonrisa se le forma en los labios finos.

— Si es de ti, todo...— la voz ruda me provoca una arcada y debo mirar a otro lado para no sentirme de esta manera—. Puedo darte lo que quieras si aceptas venir conmigo.

— Señor, con todo el respeto que usted no se merece le pido que se aleje de mi por que su presencia me incomoda.

Este hace caso omiso a mis palabras y de pronto el miedo se instala por un segundo en mi cuerpo cuando da unos cuantos pasos hacia mí.

—¿Viniste sola? ¿O quién fue el imbécil que dejó a una mujer tan bella como tú desamparada en medio de toda esta gente?— trago duro en cuanto sigue dando pasos hacia mí y no me intimidó por lo que no doy ningún paso hacia atrás.

— Señor, si yo vine sola que por lo contrario no es el caso no es su asunto, así que mantenga su distancia de mi si no quiere que le dé un buen golpe para que aprenda a respetar el espacio personal de una persona.

El viejo imbécil suelta una carcajada burlándose de mis palabras y muerdo el interior de mi mejilla para no mandarle a la mierda.

—Deja de hacerte la difícil cariño, se como son las mujeres como tú intentando llamar la atención como unas zorras y cuando las tienen se hacen unas mojigatas.

Sus palabras hacen que un arranque de ira se instale en mi pecho y doy dos pasos para quedar frente a él tratando de no perder la cordura para no dejarlo en ridículo ni llamar la atención de más.

— Escúchame bien querido, no me hago la difícil, es solo que tú asquerosa presencia lo único que me provoca es asco, y si fuera yo una puta créeme que ni dándome todo tu dinero te alcanzaría para estar conmigo una noche — la amargura que siente ante mis palabras es notable por la expresión rígida que posee en este instante por lo que doy un paso más hacia el.

Me envía tanto deseo acumulado con enojo cuando nuestros pechos rozan y le dedicó una sonrisa perversa agarrando la verga pequeña que tiene entre sus pantalones disfrutando la cara de dolor que me muestra.

— Y para que yo lo llegué a disfrutar se nescesitan más que cinco centímetros cariño, no te creas la gran cosa que tu dinero es una mierda cuando tu actitud es tan desagradable.

Me alejo cuando su cara está roja y camino hasta un mesero robándole un vaso de agua junto a una servilleta para llegar a un basurero y tirar el agua en mi mano secandola con el papel.

Vuelvo hacia donde me encontraba en el inicio y a lo lejos veo al viejo pervertido mirándome fijamente y a su lado se encuentra una señora de casi la misma edad que el señor agarrando su mano, y solo por quitar la asquerosa sensación de mi pecho le tiró un beso disfrutando de la cara tensa que me da antes de girarse hacia la mujer.

Enseñame Daddy|| Christopher VelezWhere stories live. Discover now