Capítulo 5.

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— Mi niño ya es todo un hombre, pero qué hermoso, mi bebé, ya se va de casa para seguir con su camino, estoy muy orgullosa— la Señora Ye-jin apachurró los cachetes de MJ por centésima vez en el día, el pobre debió tenerlos adoloridos.

— No te rías, Cha— amenazó al menor, ya que llevaba riéndose de él desde que llegaron al aeropuerto.

— No me estoy riendo— mintió levantando ambas manos como símbolo de inocencia.

— Euncito, deja a mi niño en paz— lo amonestó, lamiendo su dedo pulgar para comenzar a limpiar la cara de su hijo.

— ¡No, mamá, qué asco! ¡Guácala! ¡Repugnante! ¡Asqueroso! ¡Guiuh!— el mayor siguió haciendo gestos pero su madre era firme y no se quitaría hasta lograr lo que quería.

— Te estoy limpiando porque estás muy chamagoso, no debí darte ese chocolate derretido.

— ¡Ya, mamá!

— Eun Woo si te voy a encargar que me lo cuides mucho porque me da algo si le pasa alguna cosa a mi bebé— dijo sin dejar de mover su dedo por la cara de su hijo menor, y éste parecía que en cualquier momento vomitaría a causa de la baba esparcida en su rostro.

— Creo que ya es suficiente, Jin— dijo la mamá del pelinegro, a su amiga— Ya quedó limpio MiJo— el amigo de su hijo le dedicó una mirada de agradecimiento por detener su calvario.

— Ya es hora de pasar a la sala de abordaje— comentó el menor señalando una pantalla que prendía de una pared color blanca.

Ambos chicos abrazaron a sus respectivas madres con mucha fuerza, aprovechando cada instante, porque quién sabe hasta cuando se volverían a ver.

Cuando se separaron pudieron observar agua acumulándose en los ojos de las señoras, lo cual, incentivó en los jóvenes una pequeña capa de nostalgia, pero no era momento de echarse para atrás, no cuando ya habían llegado tan lejos.

— Te hablaré todos los días, mami— prometió Eun Woo mientras limpiaba una lagrima que corría por la mejilla de su progenitora.

— Les avisaremos cuando lleguemos a Ciudad de México para tomar el vuelo a Sudáfrica— añadió MJ.

— Te cuidas mucho, mucho, bebé— dijo la madre del mayor mientras lo volvía a abrazar, era difícil para ella dejar ir a su hijo el más chico.

— Cualquier cosa ya saben que pueden contar con nosotras— la señora Yeo-jin trataba de sonar fuerte pero en cualquier momento rompería en llanto, ver crecer a su único hijo era algo muy gratificante pero a su vez triste ver como tomaba su propio camino lejos de ella.

— Ya es hora— animó MJ, forzando una sonrisa.

Caminaron hasta cruzar al cuarto de abordaje sin mirar atrás, ambos sabían que si lo hacían se arrepentirían de ello.

— ¡Tómale la mano a mi bebé, Eun! ¡No dejes que se duerma tarde! ¡Cuídalo mucho! ¡Te amo, Myung-jun!— fueron las últimas palabras que pudieron oír antes de dar los boletos a la azafata.

El vuelo fue calmado con turbulencia casi nula, lo que MJ agradeció mucho, ya que, a pesar de ser extrovertido, era un completo miedoso aunque se empeñara en negarlo.

— El señor que estaba a un lado mío me estuvo golpeando con su codo todo el fucking viaje.

— Conociéndote, se lo devolviste con el doble de fuerza.

— Le di con la mochila en la cara cuando la saqué del compartimento— dijo el mayor levantando el pequeño bolso en el que su madre había empacado todos sus productos faciales... y no estamos hablando de una sola crema dermatológica, no, estamos hablando de todo un kit de productos para hidratación y rejuvenecimiento de cutis. Cualquiera en el mundo envidiaría la completa rutina de skincare del chico.

Mi África [Cha Eun Woo y tú]Where stories live. Discover now