Capítulo 34.

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— ¡Hola!— sonrió frente al espejo— ¡No!, ¡Horrible, espantoso!

Estaba practicando lo que diría desde que se levantó esa mañana.

Ella entraba a las once al trabajo y EunWoo se levantó a las seis de la mañana; ni la desvelada de la noche anterior había aminorado sus nervios como para darse el lujo de levantarse tarde.

Y ahí estaba como indigente tirado en el suelo de su cuarto recargando su espalda con la esquina de su cama mientras se miraba en el gran espejo que prendía de su closet.

— ¡Hallo!— hizo una fingida cara de felicidad— No, muy africano— echó su cabeza para atrás con frustración— No lo voy a poder lograr sin parecer un completo tonto— suspiró rendido— ¡No!— se levantó del piso— ¡Yo puedo!, ¡Soy Cha EunWoo!, ¡El chico que lucha por sus sueños y no se rinde tan fácil!, ¡El que logró ir a África sin importar las negativas que le daban!, ¡Yo puedo!, ¡Soy capaz de eso y mucho más!— se dio ánimos.

Se levantó y se dio la tercera ducha en lo que iba del día; faltaban dos horas para que se dieran las once y a él lo carcomían los nervios.

Jugueteó con sus manos el tiempo restante y salió de su casa.

Dio un rondín por toda la ciudad y se detuvo a comprar una nieve; sería muy obvio ser el primero en llegar al lugar, pero pues, antes de irse a Sudáfrica era el primero en entrar, casi siempre iba todos los días de la semana, tanto que ya era amigo de los guardias y trabajadores del lugar.

El reloj de su teléfono marcaba las 12:24 y fue entonces cuando se decidió entrar por las puertas de la locación no sin antes admirar las letras que la adornaban.

Se sentía tan bien volver al lugar donde había pasado gran tiempo de su vida: el zoológico.

— ¿EunWoo?— lo llamaron a sus espaldas a lo que reconoció esa voz enseguida.

— ¡Rubén!— se volteó para abrazarlo.

— Hace mucho que no te miraba por aquí; me alegra verte— dijo de todo corazón, el viejecillo canoso.

— A mí igual, pero sabes, lo logré— sonrió satisfecho.

— ¿Es en serio?, ¿Y qué hay por allá?

— Es hermoso; luego te lo cuento más detalladamente, ahorita estoy buscando a alguien y creo que tú la conoces.

— ¿Mirna?, si buscas a Mirna pierdes tu tiempo, ella se jubiló desde hace cuatro meses— mencionó con pesar.

— No, no es Mirna— rió— Es nueva.

— ¿Carolina?, ¿Te gusta?

— No, Rubén— le puso su mano en el hombro al desatinado hombre.

— Se llama T/N.

— ¡Ah!, ¡la sudafricana!— y fue entonces cuando cayó en cuenta— Ya entendí, ya capté—su  sonrisa se ensanchó— La conociste allá.

— Efectivamente, Rubén, y vengo a buscarla.

— Entonces no te quito más tu tiempo; está en el aviario creo, si no está allí, está con los reptiles dándoles comida.

— Muchas gracias, nos vemos luego— le dio otro abrazo de despedida y siguió su camino.

Paseó por los olorosos pasillos hasta llegar al recinto de las aves.

Se detuvo a mirar a una guacamaya, su cola por lo menos medía un metro y sus llamativos colores la hacían lucir más atractiva.

Desvío su mirada a una cacatúa blanca y fue entonces cuando la miró.

Mi África [Cha Eun Woo y tú]Where stories live. Discover now