Capítulo 40. [FINAL]

181 8 0
                                    

El atardecer estaba cincelado con una mezcla de colores cobrizos, los cuales le daban un toque de paz al ambiente salvaje en el que se encontraban.

El ocaso era glorioso, pero… ¿cuándo un atardecer no era hermoso en África?...

Ráfagas pequeñas de viento fresco recorrían el lugar aunado a la humedad que impregnada cada partícula del ambiente haciendo más ameno el día.

Se escuchaba el sonar de las aves fundirse con la arrolladora caída del agua.

Cientos de frondosos árboles sobresalían de la parte superior de la cascada donde ambos chicos estaban jugando salpicándose con la cristalina vertiente del lugar.

— ¡Ya!

— Pero si apenas te toqué.

— Pero ya estoy toda empapada, nos va a dar frío.

— Yo te abrazo y así ya no hay problema.

— Mi vida, pero si tú también estás más que mojado.

— Eso es lo que usted provoca en mí, señorita T/N.

— ¡Eres un cochino!— comenzó a reír mientras hacía una palanqueta con su mano y volvió a empujar el agua hasta el cuerpo de su novio.

— ¡Claro que no!, ¡Que tú lo malinterpretes es otra cosas!— se defendió poniendo sus brazos frente a él para cubrirse— Vamos, tenemos que subir hasta allá.

—¿Y el guardia irá con nosotros?

— El guardia no sabe que iremos…

— Más vandalismo no, por favor… ya tuve suficiente con lo que pasó en Sudán…

— En mi defensa, no sabía que en el lago Rumbek habían caimanes.

— Pudiste haber muerto.

— Pero no fue así…

— Tuve mucho miedo cuando miré que se acercaban a ti… sentí… que te perdía— soltó en un suspiró entrecortado.

— Pero aquí estoy, lief; y prometo estarte molestando durante mucho tiempo más.

— ¿Es una promesa?

— Es una promesa.

— Se supone que es momento de hacer la ‘pinky promise’— el pelinegro comenzó a reír.

— No necesito hacer eso para afirmarte que estaré aquí para lo que necesites— ella hizo un puchero— Pero pues si eso te tranquiliza…— levantó el dedo meñique de su mano derecha para entrelazarlo con el de la castaña.

— Gracias— se acercó para abrazarlo.

— No tienes que agradecer… ¿entonces vamos?

— EunWoo…— siseó con reprimenda.

— No va a pasar nada; además, ahora somos dos y aún hay un poco de luz… anda, no va a pasar nada…

— Me voy a arrepentir de ésto mañana.

— Te apuesto que no…

Y sin más, sujetó su mano para ir por una vereda marcada por arbustos.

El camino era inclinado puesto que iban cuesta arriba; el trayecto estaba lleno de fango, lo que les hacía resbalar continuamente, haciendo que riesen.

— No hagas ruido o nos encontrarán…

— Perdimos al guardia hace más de cinco minutos.

— ¡Oh!, te apuesto que sigue por ahí…

Mi África [Cha Eun Woo y tú]Where stories live. Discover now