—¡De nada!¿Seguro que no quieres que te llevemos?—Dijo Gigie.
—No estoy bien...mi casa está a unos bloques...—
—¡Bueno, recuerda decirme a que club te vas a unir para inscribirte!—Avisó Earth.
—Te lo diré luego.—
Win se despidió con la mano mientras veía a los chicos alejarse, minutos después se percató de que había dejado su bicicleta en la camioneta y pues había mentido en eso de que su casa estaba cerca, así que le tocaría caminar muchísimo.
No sabía cuanto tiempo llevaba caminando, pero ya le estaban empezando a doler los pies y creía que se había perdido porque ya iba viendo la misma fuente de agua tres veces. Debió haberles hecho caso he ido con ellos. Y para colmo el cielo se estaba nublando, eso indicaba que iba a llover y digamos que no era algo bueno.
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—¡MAMÁ LLEGUE A CASA!—Gritó haciendo presencia.
Se tiró en el sofá de la sala, estaba realmente exhausto, tenía que igualarse en todas las materias por haber ingresado a medio año escolar y había dejado todos los libros con la bici ¿Qué se supone que haría? Volvió a llamar otra vez a su madre, pero no contestó, escuchó un sonido un tanto sospechoso proveniente de la parte de arriba, así que activó su modo Sherlock Holmes para ver que estaba sucediendo, se adentró en la cocina, pero no la vio subió las escaleras hasta la mitad, pero se quedó pasmado, escuchó como si alguien abriera la puerta de una de las habitaciones y se adentrara en ella. Cuando estuvo arriba observó que la puerta de su habitación estaba abierta, se acercó sin hacer ningún ruido con el corazón latiéndole al mil, ¿Acaso un ladrón se había metido a la casa?
Entró a su habitación, pero para su sorpresa no había nadie, revisó el cuarto de sus padres, pero tampoco había nada era el único en la casa, seguidamente volvió a su habitación, se percató de la ventana de su habitación estaba abierta y que en su cama había una nota.
No cierres la ventana por la noche cariño.
Bien, debía ponerle seguro a esa ventana o más bien sellarla.
Bajó las escaleras hasta la cocina esta vez en busca de comida aunque seguía un tanto asustado tenía hambre. Se subió en un banquito y agarró un tazón de la alacena, calentó un poco de leche y sacó un poco de avena de la refrigeradora, cuando ya estuvo caliente vertió la leche en la avena la mezcló y se fue a sentar a la mesa. A esperar a que sus padres dieran señales de vida.
