Capítulo 42.

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CUALQUIER PERSONA NORMAL EMPEZABA SU CUMPLEAÑOS LLORANDO.

O al menos yo }lo hacía. En mi infancia, a veces lloraba porque tenía que combatir a mi hermano intentando acaparar la atención en  día. A medida que crecí, los motivos dejaron de existir. Solo sabía que me pasaba la madrugada llorando año tras año.

Cumplir dieciocho años se sentía horrible, peor de lo que podría haber imaginado. Era mayor de edad. Había crecido. Pestañearía y ya me encontraría con nietos y mi vida terminada. Terror era poco para explicar lo que sentía.

Dita había llegado a medianoche, por lo que había evitado que llorara. Luego Noah, lo que también había logrado que me distrajera de mi repentina vejez. ¿Pero apenas tuve cinco minutos sola? Me permití consumirme en mi miedo por crecer y los cambios que eso conllevaría. Cinco minutos me di por la tradición antes de obligarme a no arruinar mi cumpleaños. Podía hacerlo; podía tener un día feliz. Nadie moriría porque abandonara mi pesimismo por un día.

—¿A dónde quieres ir hoy? —preguntó Dita por quinta vez desde que nos habíamos despertado.

Me había obligado a despertarme temprano para aprovechar mi día al máximo, aunque habíamos terminado acostadas en mi cama sin hacer nada en lo absoluto.

—¿Ningún lado?

Me pegó en la frente.

—Cumples dieciocho, Liv. Algo debes hacer.

—Con quedarnos todo el día aquí estoy bien. Podemos pedir helado si quieres celebrar mejor.

—No, no. Tendrás la casa sola por primera vez en el año y cumples dieciocho —insistió—. Te obligaré a hacer algo.

Mi abuela había propuesto que Mamá se fuera a dormir a su casa esa noche para poder celebrar mi vejez—sus palabras—adecuadamente. No había discutido por el solo motivo de que al menos así Mamá saldría de la cama.

—Por eso, piénsalo. Solo películas todo el día. —Sonreí, fingiendo que eso sí me emocionaba. En realidad, no tenía ganas de nada.

—Hablaré con Quinn.

—Ella preferirá ver películas, así que...

—Y con Matt.

Quinn y Matt se toleraban por obligación; Matt había adoptado la costumbre de pegarse a mí, lo que implicaba que se conociera con ella. Al menos se llevaba mejor que con Noah, a quien no podía ni ver.

Dita se sentó y tomó su celular de la mesilla, que estaba repleta de envoltorios de chocolates. Comenzó a grabar un audio dejando muy claro que me tenían que obligar a no quedarme en casa "como una vieja amargada". Luego se fue para que no oyera las respuestas. 

Tomé mi celular con aburrimiento y me fijé en todos los saludos de cumpleaños que tenía sin contestar—desde mis tías lejanas que no veía desde bebé hasta mi psicóloga. Nunca se me daba bien contestar mensajes, en especial cuando eran tantos que abrumaban. Sabía que no los podía ignorar por siempre, pero la idea de socializar como siempre marcaba una presión injustificada en mi pecho.

Respondí dos con el corazón acelerado y lancé el celular a la otra punta de la cama para no enterarme si alguien contestaba. Unos minutos después volvió Dita con una sonrisa de punta a punta.

—Ya está todo arreglado. Prepárate, nos encontraremos con Quinn y Matt en el centro.

Hice caso a regañadientes. Como no hacía mucho frío ese día, tomé una minifalda y remera de tonos oscuros junto con medias de red. Dejé a Dita cambiándose por su ropa del día anterior. Luego de una ducha en la que me pasé cada segundo pensando en el regalo de Noah, me cambié y me planté frente al espejo.

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now