Capítulo 14.

7.1K 542 1.6K
                                    

TODO LO QUE CONOCÍA SOBRE LA DEPRESIÓN, LO HABÍA APRENDIDO A LA FUERZA.

Sabía que era lo que le sucedía a Mamá, y que era algo que te destruía la vida igual que una enfermedad física.

Sabía que, a pesar de que era tan obvio que te sacaba la vida, nadie le daba demasiada importancia. Nadie entendía que la depresión en sus peores momentos te dificultaba vivir con normalidad.

El trabajo de Mamá tampoco lo había entendido. Lo había perdido en un parpadeo de ojos, y eso le había hecho peor aun. La última vez que había intentado trabajar había sido a principio de año, y había durado un mes. La abuela ayudaba mucho en ese sentido; era una suerte que tuviera tanto dinero como generosidad y amor por su hija. Y que Hunter ya no estuviera permanentemente acortaba los gastos. Yo no tenía tiempo para conseguir trabajo, aunque en el verano había logrado a base de dar lástima como currículum—en Edvey era difícil encontrar un puesto libre, pero una vez que se hacía, no era difícil conseguirlo. Ni siquiera teniendo diecisiete años—uno de medio tiempo del que no había gastado un centavo, y que guardaba para emergencias con la comida. Se suponía que mi padre tenía que darle dinero a Mamá, pero la última vez que ese tema se había tocado había sido en el verano. Había que llevarlo a manos de un juez, pero no se podía. ¿Cómo, si a Mamá apenas le importaba su vida?

La poca información que había en el mundo sobre la depresión en general era repugnante. No era estar triste un par de días, no era "ver películas tristes mientras comes helado y lloras porque extrañas a tu ex" o decir que odias tu vida por haber desaprobado un examen. Y por más ridículo que sonara, había personas que realmente creían que de eso se trataba.

La depresión tampoco era simplemente llorar, no salir de la cama o intentar suicidarse. Podía ser que esa compañera de clases que vivía hablando con todos con alegría y tenía las mejores notas tuviera depresión. Uno con depresión podía lucir tan feliz como aquel que no lo tenía. Y había muchos que no lloraban, porque la depresión también era llegar a un punto donde no sientes absolutamente nada; donde hay un vacío en lugar de emociones que no te deja llorar o sentirte triste.

Mamá había vivido años en el borde, manejando su depresión junto con su horrible esposo y sus dos hijos problemáticos. Trabajaba, era la mejor madre que podía ser, y siempre tenía una sonrisa para ofrecer. Salía todos los días, tenía amigos, intereses y estabilidad. Y vivía su vida con depresión. Que mi padre la dejara había hecho que su balance en el borde se inclinara más al lado del abismo, en el que había acabado cayendo. Había pasado al lado más conocido de la depresión: irritabilidad, no salir de la cama y no tener ganas de vivir ni por un segundo.

Eran pocos los días que no estaba en su cama, pero esos no eran todos. Eso era lo importante

A pesar de saber que tenía días buenos, nada me podría haber preparado para lo que sentí esa mañana, cuando entré a la cocina para beber café antes de irme a la escuela y encontré a Mamá allí sentada.

La abuela me había aconsejado que, si alguna vez me pasaba, actuara con normalidad. Me las arreglé para despegarme del umbral de la cocina y acercarme a la cafetera luego de unos segundos de sorpresa inicial.

—Buenos días, Mamá. —Mi voz salió sólo un poco temblorosa.

Masculló un "buenos días" apenas inteligible que hizo que se me retorciera el corazón.

Al terminar de hacerse mi café, me senté en el taburete frente al suyo. Mamá lucía cansada, como si hubiera envejecido diez años en un par de meses, pero estaba allí. Su cabello rubio rojizo tenía unas cuantas canas—nunca se las había visto porque solía teñirse, pero no sabía cuándo había sido la última vez— y era un desastre, había arrugas alrededor de sus ojos oscuros y su sonrisa de siempre estaba desaparecida. Pero era Mamá.

El Manuscrito (#1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang