Capítulo 13.

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VOLVÍ A EVADIR A NOAH.

Fue más difícil ignorarlo que antes. Para empezar, no me dejaba en paz como había hecho la primera vez, sino que me esperaba fuera de nuestras clases en común y debía usar alguna excusa patética para poder huir. No sabía qué buscaba cada vez que me esperaba después de clase porque nunca le daba la oportunidad de hablar por más de dos segundos. Sin embargo, ese jueves fue distinto.

Estaba saliendo del aula de Astronomía, la última clase de ese día, cuando divisé a Noah entre la marea de estudiantes que pasaban por la puerta, hablando con Quinn Holt contra la pared frente al salón. Por unos momentos, me quedé congelada viéndolo. Ya tenía la corbata a medio deshacer, el saco entre sus manos y una pose que, si mi profesora de Historia del Arte lo hubiera visto, lo habría parado justo al frente de todo el salón para que lo viéramos—el "ejemplo perfecto" de una postura llena de confianza, heredada de las esculturas griegas.

Estaba en el medio de atribuirle a Noah toda característica de mi resumen de la asignatura—en época de exámenes, lo mejor era aplicar los temas a estudiar al día a día—, como las líneas simétricas que formaban su rostro y hacían que uno estuviera predispuesto a sentirse atraído a él, cuando alzó la vista y la clavó directo en mí.

Se me escapó un "mierda" por lo bajo y, sin pensar, di media vuelta precipitadamente para volverme al salón y esconderme hasta que se fuera. Me choqué de lleno con un cuerpo y reboté hacia atrás por el impacto.

—¡Ay, pero si serás imbécil! —chilló el cuerpo.

Heather.

—¡¿Y yo qué sabía que estabas ahí?! —grité en respuesta, mi voz tan aguda como la suya por una vez en la vida.

—¡No lo sabías! ¡Por eso no tienes que darte la vuelta así como si estuvieras sola en el puto pasillo en medio de un puto fin de hora!

Me pasé una mano por la camisa, intentando calmarme. Inspiré profundo y vi a los costados, comprobando que estábamos causando una escena.

Y allí se iban mis chances de desaparecer hasta que Noah pensara que verme había sido una ilusión óptica.

—Como sea —resopló Heather, impaciente con mi silencio. Al pasar por mi lado para irse, chocó su hombro con el mío, haciéndome trastabillar un paso atrás sin poder evitarlo.

Cómo la odiaba. Me había quedado sola, descubierta e indefensa ante la amenaza que suponía Noah Tanner, y encima roja de pies a cabeza por la atención sobre mí.

Era mejor acabar con Noah lo más rápido posible, así que di media vuelta y fui hacia él.

—¿Cómo sabías que estaba en Astronomía? —pregunté, actuando como si lo anterior no hubiera ocurrido.

—Afrodita. —Sonrió ante mi mueca—. ¿Te estabas escondiendo de mí?

—¿Yo? No, por supuesto que no.

—¿Me puedo ir ahora? —intervino Quinn, que lucía lista para volarse los sesos si tenía que escucharnos un segundo más.

—No me esperes —la despidió Noah.

Cuando se perdió entre el resto, volví a ver a Noah con los ojos entrecerrados, lista para atacar y luego correr fuera de la escuela. Se había vuelto costumbre.

—¿Qué quieres? Si es por la competencia, ya te he dicho que no tengo tiempo para eso.

—No tienes tiempo porque no te sabes organizar. Y para eso estoy aquí.

—¿Y tú qué sabes si me sé organizar o no?

—Afrodita. —Se separó de la pared, manos en los bolsillos de su pantalón con despreocupación—. Me he ofrecido a ser tu nuevo tutor. Empezaremos hoy.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora