Capítulo 8.

7.3K 534 600
                                    

ESTABA LLORANDO COMO NUNCA ANTES.

Me encontraba acostada en mi cama, mis piernas contra la pared y mirando al techo mientras sentía mis lágrimas caer de una manera extraña por estar con la mitad de mi cuerpo apoyada contra la pared, la otra mitad contra el colchón. Tenía mi celular sobre mi pecho y la música que me llegaba por los auriculares un poco más alta de lo que debería.

Estaba tranquila, disfrutando mi tiempo a solas.

Hasta que Hunter abrió la puerta, me arrancó un auricular de la oreja y me arruinó todo.

—¿Qué haces? —gritó, aunque ya me había sacado el otro auricular y lo podía escuchar perfectamente.

—Lloro —señalé mis lágrimas.

—¿Por qué?

—Estoy aburrida.

Me miró por unos segundos hasta parecer decidir que no valía la pena intentar entenderlo.

—La comida está lista.

Y volvió a irse, sin cerrar la puerta a sus espaldas.

—¡Deja la puerta como la encontraste la próxima! —grité.

Me levanté de la cama con molestia y fui a la cocina. Era sábado por la noche y, por algún motivo, la peste de mi hermano había vuelto a casa. La abuela había aprovechado la ocasión para hacer una cena "familiar", aunque no creía que Mamá se nos uniera.

—¿Sabes qué estaba pensando? —me preguntó Hunter cuando me senté frente a él.

—No sabía que podías pensar, para empezar.

—Livi... —recriminó mi abuela desde su lugar en el horno. Alcé las manos en un gesto inocente.

—Mañana tocamos con la banda —Hunter ignoró mi comentario—, y Julian no quería que te dijera que él dijo que te diga que estás invitada, pero...

—¿Eh?

—Que Julian quiere que te invite a ver a la banda mañana.

—¿Y por qué no me lo dice él?

—Porque no está aquí ahora, ¿o sí? —se exasperó.

—Bueno... —Me tomé la barbilla como si estuviera pensando—. No iré.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—Eso no es una respuesta.

—Sí que lo es. Si lo digo para contestar una pregunta, es una respuesta. —Ladeé la cabeza como si le estuviera hablando a un niño pequeño—. ¿Estás seguro de que tienes al menos una neurona allí arriba?

—¡Olivia! —volvió a retarme la abuela.

—Vamos, ¿dónde está tu espíritu? ¡Hay que apoyar a la familia! ¡A la pareja! —Hunter pretendió estar escandalizado—. No seas mala.

—¿Por qué no vas, corazón? —se metió mi abuela con ese tono dulce que usaba cuando quería conseguir algo—. Seguro te divertirás.

Imposible.

—¿Quién toca un domingo? No es normal. Además, al otro día tengo escuela. No querría ser irresponsable.

—Eso es cierto. Hunter, ¿eso no interferirá con tus clases?

—No hay clases el lunes —dijo.

Entrecerré los ojos, intentando distinguir si estaba diciendo la verdad. Suponía que sí, porque de otra manera no tendría sentido que una discoteca—sabía lo que había querido decir—estuviera abierta un domingo.

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now