Capítulo 48.

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UNA VEZ QUE ACABARON LOS EXÁMENES, ME ATREVÍ A PENSAR QUE MI VIDA ESTABA MEJORANDO LENTAMENTE.

Dita había tenido razón; lo que importaba era que mamá estaba consiguiendo la ayuda que tanto necesitaba. Sí, estaba sola con mi padre que hacía todo lo posible por no cruzarse conmigo en su propia casa, y sí, Heather parecía cada día más determinada en destruirme, pero eso no opacaba lo bueno de mi vida.

Matt se había unido a las tardes en casa de mi padre, donde nos podíamos pasar horas hablando sobre cualquier estupidez o jugando a cosas aún más infantiles. Noah y Matt no se hablaban en lo absoluto; Quinn y Matt solo peleaban; Dita y Noah se toleraban a duras penas; y Hunter solo estaba allí por Dita—y yo, como excusa pública, pero todos sabíamos que la única razón por la que conducía dos horas casi todos los días era por la esperanza de ver a mi mejor amiga al menos diez minutos.

Un grito a la distancia de puro terror de Hunter hizo que saltara en mi lugar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Matt a mi lado, como si yo supiera.

—Se debe haber visto al espejo.

Volví la vista a mi libro, intentando concentrarme. A pesar de que ya no habían exámenes, los trabajos en grupo jamás se irían. Me había tocado hacer uno de Literatura con Noah, que estaba acostado en mi cama con los ojos cerrados.

Dita se levantó del suelo.

—Iré a ver.

Hunter abrió la puerta del cuarto, quitándole la oportunidad. Estaba pálido, sus ojos tan abiertos que parecían de un marrón cien veces más claro.

—Hay una araña —susurró, como si lo pudiera oír y lo fuera a atacar.

—¿Grande? —Quinn bufó desde la cama—. Porque tú te asustas hasta con las que parecen hormigas.

Los episodios entre Hunter y arañas eran bastante usuales.

—Gigante. Enorme. —Se estremeció—. De esas asquerosas con patas largas y mortales.

Salté del suelo a mi cama sin pensar, un escalofrío recorriéndome el cuerpo.

—¿Seguro que no era Heather? —siguió Quinn, aburrida.

—¡No te quedes aquí hablando! —chillé, sintiendo como si miles de arañas recorrieran mis piernas—. Ve a matarla.

—¿Cómo la va a matar? —se horrorizó Dita—. ¿Te gustaría que alguien te mate a ti solo porque le pareces asquerosa? ¿Que venga un gigante a asesinarte porque eres más pequeña y no te entiende? ¿Que...?

—¡Ve a hacer algo! —la interrumpí, agitando las manos en el aire. Noah se despertó con la conmoción y se sentó lentamente, haciendo que me apretara contra él—. Hay una araña enorme suelta por la casa, podemos discutir la moralidad después.

—Iré a salvarla.

Nadie siguió a Dita al baño, ni siquiera Hunter. Quinn volvió a su celular con desinterés, Matt se acostó en el suelo como si no hubiera una araña por allí, y Hunter se quedó esperando de brazos cruzados.

—¿Qué pasó? —murmuró Noah en mi oído.

Me recorrió otro escalofrío, que intenté culpar en la araña.

—Dijiste que ibas a visualizar el trabajo —recriminé, aunque no era como si yo hubiera estado haciendo algo—, no dormirte.

—Estaba visualizando otra cosa.

—Dan más asco que una tarántula —masculló Hunter.

—¿Tienes diecinueve o doce años, Hunter?

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now