Capítulo 52.

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NOAH:

LUNES.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Quinn.

Se acercó a mi lugar en el sofá y me abrazó por el cuello desde atrás.

—Estoy viendo pasajes. —Aparté sus manos, pero no se movió—. Solo queda un mes.

—Te dije que yo los compraría.

—No te dejaré pagar por todo. Y no —agregué antes de que pudiera lanzarse en el discurso de diez minutos de siempre—, no me importa que seas rica y puedas comprar mi vida entera.

—Eres tan aburrido.

La ignoré y continué con mi búsqueda de vuelos. Luego de lograr convencer a mi madre, había volcado toda mi atención en los planes para sacarnos de Edvey.

—Luces feliz —murmuró Quinn—. No te reconozco.

—¿Me prefieres miserable?

Me abrazó más fuerte y besó mi mejilla. Insoportable.

—Solo digo que es extraño. Generalmente preferirías matarte antes que demostrar cualquier emoción que no sea irritación. Y generalmente no confías en lo que tu mamá promete.

Nunca antes había prometido que lo dejaría. —Abrí otra pagina de vuelos, suspirando. Quinn, al fin, deshizo el abrazo y pasó a sentarse a mi lado en el sofá—. Si lo hizo es por algo.

Al sentarme a hablar seriamente con mi madre por primera vez en la vida, no había esperado más que un "Noah, no seas estúpido" o quizás "Noah, me gustaría, pero no podemos". Había presentado mi idea de mudarnos a otro país sin esperanzas, solo para demostrarle a Quinn que era inútil.

Y luego mi madre había dicho que sí.

Había costado convencerla, por supuesto. ¿Dónde viviremos? ¿De dónde sacarás tanto dinero? ¿No irás a la universidad? siendo las preguntas más repetidas. Había estado preparado para cada una; en especial las últimas dos. Quinn y yo habíamos estado meses recogiendo información. No nos iríamos a un país lejano, por más que Quinn había intentado convencerme de acompañarla a Estados Unidos. No sería tan difícil de lograr. Había encontrado buenas universidades con el mismo sistema de aplicación que a la que habría ido en nuestro país; universidades que no dudarían en aceptar a un graduado de un instituto con renombre internacional como lo era Magni Electi. Como mis padres en realidad no estaban casados y mi madre tenía una buena posición en su trabajo como médica, el dinero no resultaría un problema.

Podíamos hacerlo. Podíamos escapar de mi padre.

—De todos modos —dijo Quinn luego de un rato. Nunca podía hacer silencio por más de cinco minutos—, no te mudarás en diciembre. No queda solo un mes.

Sí me mudaría en diciembre, solo que no se lo había dicho para que no entrara en pánico.

—Sigue siendo poco tiempo —evadí su pregunta implícita.

—¿No vendrás de vacaciones conmigo? —dejó explícita la pregunta.

—No lo sé, Quinn. —Dejé mi celular a un lado y giré el cuello para poder verla—. Debo concentrarme en la mudanza.

Y no sabía si lo más sabio era gastar tanto dinero antes de irnos a un país desconocido.

—Está bien.

Se cruzó de brazos. Definitivamente no estaba bien.

Quinn estaba intentando hacía meses que aceptara pasar un verano juntos en Estados Unidos. Ella nunca lo admitiría, pero yo sabía por qué se empecinaba tanto. Temía que, una vez que terminara el año escolar, perdiéramos nuestra amistad. Ella se iría a un país y yo a otro; ella seguiría su destino de éxito y fama, y yo siempre sería Noah del pequeño pueblo Edvey.

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now