Capítulo 59.

3.6K 487 650
                                    

aviso: hay una escena de puros pensamientos suicidas.


ERA SABIDO QUE PRESIONAR MUCHAS VECES EL BOTÓN DE UN ELEVADOR NO HARÍA QUE LLEGARA MÁS RÁPIDO.

Eso no impidió que el dedo de Quinn rebotara contra el del elevador del hospital cada nanosegundo.

—¿Por qué tarda tanto? Estamos en un hospital. No puede tardar tanto.

—Quinn, cálmate.

—¿Qué tipo de mierda...? —Se calló cuando al fin se abrieron las puertas.

Entramos al espacio vacío. El dedo de Quinn pasó a rebotar contra el número del piso a donde debíamos ir. Cuando llegamos, Quinn salió corriendo. La seguí y la tomé por la camisa apenas la alcancé.

—No es por ahí —dije.

Había dicho que estaba en la sala de espera. Había pasado demasiado tiempo en ese hospital para saber dónde se encontraba eso en cada piso. Tomadas de las manos, fuimos allí. Me soltó apenas lo vio y corrió a abrazarlo.

Me acerqué a Noah y Quinn, quien seguía abrazándolo como si se estuviera por acabar el mundo. Me senté en una de las sillas libres al lado de Noah, intentando ignorar la nueva ráfaga de pánico que me arrasó. Había tenido una en el auto, otra al entrar al hospital. Pero no podía pensar en Hunter en ese momento; debía estar para Noah.

—¿Sabes algo? —preguntó Quinn cuando se separó—. ¿Han dicho algo? ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Tú estás bien?

Noah la obligó a sentarse en la otra silla antes de responder.

—Está aquí como ya te he dicho, y estoy bien. Como ya te he dicho.

Mientras Quinn seguía preguntándole las mismas cosas de distintos modos y Noah le respondía igual, con paciencia, mi vista paseó por nuestro alrededor. Había más personas que en las otras dos ocasiones en que había estado en el hospital. Una mujer tejiendo frente a nosotros; otra más allá, leyendo una revista; un niño pequeño usando un celular, solo. Quien supuse era su madre llegó poco después y le ofreció llevarlo a la cafetería. La cafetería que no había estado abierta en las noches que había pasado allí, por el horario.

La mano de Noah sobre la mía en mi rodilla me hizo saltar en mi lugar y volver a verlo. Me había metido en mi cabeza. Necesitaba dejar de comparar todo.

—No tienes que estar aquí si no puedes —me dijo, su voz suave, su rostro cansado.

—Quiero estar aquí.

Entrelacé nuestros dedos.

—¿Qué pasará ahora?

—No lo sé, Quinn —le respondió Noah—. Debería haber sabido que esto pasaría. Yo...lo supe, de algún modo. Lo podría haber evitado.

—¿Y ser tú el internado?

—Mejor yo antes que ella.

Lo acaricié con mi pulgar, sintiendo sus palabras llenas de culpa como dagas al corazón.

—Hiciste todo lo que podías —dije—. Lo único que podías hacer. Y no te puedes dejar pensar lo contrario ahora.

—Sabía lo que pasaría. Sabía que le había pedido llegar a casa antes, sabía que debería haber corrido luego de clases. ¿Sabes qué hice? —Sacudiendo la cabeza, deshizo nuestro agarre y regresó su mano a su regazo—. ¿Sabes qué estaba haciendo mientras la golpeaba hasta la inconsciencia?

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now