Capítulo 9.

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MI HERMANO ERA UN SER MUY... LITERAL.

Del tipo que, si le decías "vete a la mierda" era muy probable que hiciera justamente eso y se fuera al baño por unos minutos sólo para molestarte. Tomaba lo que le decías y lo cumplía de la manera más estricta posible, buscando molestarte con su aparente—o no—falta de neuronas.

Al haberle pedido la tarde del domingo que invitara a Tristan, para mi sorpresa, me había hecho caso. Le había enviado un mensaje enseguida sin siquiera preguntar por qué.

Tristan había llegado a mi casa unos veinte minutos después. Dita había corrido a esconderse, y yo había quedado pensando en asesinar a mi hermano, como siempre. Cuando le había dicho que lo invitara ese día, me había referido a la ciudad, a la presentación de su banda. Él, sin tomar en cuenta el contexto implícito, lo había invitado a nuestra casa.

Así era como había quedado encerrada en mi cuarto con una Afrodita nerviosa—y no era una persona que se mostrara así, nunca.

Se paseaba de una punta a la otra, con las manos en la cabeza y despotricando contra mi hermano.

—¿Cómo puede ser que sea tan inútil? —prácticamente gritaba—. Uno pensaría que en casi diecinueve años habría crecido un cerebro, pero no. Esperamos años y años y sigue sin tener uno. Ya ni siquiera es gracioso lo poco inteligente que es.

Yo la veía divertida desde la cama, asintiendo con la cabeza ante cada palabra.

—Me has quitado las palabras de la boca —dije.

—Es que, en serio, ¿quién entiende "invita a Tristan hoy" como que lo invite a aquí, ahora? ¿Por qué le pedirías que hiciera eso? ¿Por qué querrías ver a Tristan aquí? ¿Por qué no pensó un poco?

—En su defensa, no creo que sepa pensar.

—Mira que estoy en contra de la violencia, pero me lo hace muy difícil no querer pegarle ahora. Si Tristan no estuviera allí afuera, iría ahora mismo a hacerlo.

—No te contengas —la alenté—. Déjalo en coma.

—¿¡Puedes tomarte esto en serio por un segundo!? —chilló. Frenó un segundo para darme una mala mirada, que no le salió al ser tierna naturalmente, y volvió a su marcha—. ¿Entiendes que, si salgo y Tristan me ve ahí, va a pensar que yo te pedí que lo invitaras? Mejor me quedaré aquí hasta que se vaya.

La dejé que se descargara sin volver a interrumpir. Era más divertido verla, de todos modos, y me daba la impresión de que me sacaría la cabeza si la distraía otra vez. No recordaba la última vez que la había visto tan enojada, y nos conocíamos hacía unos ocho años. Ni siquiera cuando nos peleábamos—entre nosotras o con alguien más—se olvidaba tanto de su lema de "amor y paz" como en ese momento. Hunter simplemente era así de especial.

Cuando se quedó sin maneras creativas de decir que mi hermano era un idiota, se sentó a mi lado por unos segundos antes de volver a caminar de un lado al otro. 

—¿Y si Hunter ya le ha dicho que estoy aquí? —preguntó, ahora más horrorizada que enojada—. ¿Y si sabe que me estoy escondiendo de él?

—Se va a enterar de todos modos cuando salgamos para ir a la discoteca. Ya sabes, ¿el motivo por el que está aquí?

—No iré a eso. No saldré de aquí y no lo veré en todo el día. —Sacudió la cabeza—. No lo veré nunca más en mi vida. No me puedes obligar a ir.

—Probablemente ya sabe que estás aquí, o que vendrás a la ciudad al menos. ¿Por qué otro motivo le pediría que viniera con nosotros?

—¡No estás ayudando!

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now