Capítulo 46.

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NO ME COSTÓ DEMASIADO ADAPTARME A LA NUEVA RUTINA.

Veía a mi padre casi tan seguido como antes. Su esposa lo compensaba intentando meterse en mi vida en cada oportunidad que tenía. Mi hermanastra solo me hablaba para insultarme o preguntarme cómo estaba Noah, a pesar de que lo veía seguido. Él, Dita y Hunter se turnaban para ver quién me ayudaría a sobrevivir las cenas—el único momento del día en que veía a mi padre—, quedándose a dormir más noches de las que pasaban en sus casas. Había veces en las que ninguno de los tres podía; Dita tenía a sus padres preocupados y amorosos que la querían ver, Hunter estaba muriendo con la universidad, y Noah... Por mucho que le rogara que no se fuera, había veces que se enfrentaba a su padre.

En esas raras ocasiones en que los planetas se alineaban para que estuviera sola, Quinn llegaba al rescate.

Estábamos bajando las escaleras del piso de Teatro cuando alguien nos alcanzó por detrás—o mejor dicho, alguien tomó a Quinn por el codo con tanta fuerza que volteamos preparadas para morir. Resultó solo ser Sofía Sasaki.

—¿Podemos hablar? —le preguntó a Quinn, su suave voz contraria a su gesto.

—No. Adiós.

Por lo que sabía, hacía meses que Sofía no le dirigía la palabra. ¿Qué hacía rechazándola después de tanto tiempo queriendo que le hablara?

Quinn comenzó a girar, pero Sofía la detuvo una vez más con su agarre.

—¿Por favor?

—No, Sofía. Estoy ocupada.

—Parece que siempre lo estás. —Me dirigió una mirada con los labios ligeramente apretados.

—Quinn —me apresuré a decir—, iré a buscar a Heather. ¿Nos vemos después?

—No hace falta...

—Nos vemos después.

Le di un segundo para quejarse, lo que no sucedió, antes de seguir mi camino escaleras abajo. Solo había rechazado a Sofía por mí; parecía que todos en mi vida habían adoptado la costumbre de cuidarme como un bebé y actuar como si estar conmigo fuera lo único importante en la vida.

Una vez en el aparcamiento vacío, me apoyé contra el auto de Heather a esperarla. Tomé mis apuntes de Literatura para pasar el tiempo; los exámenes del atrasado fin de trimestre serían en tan solo una semana. Noah me había prometido ayudarme a estudiar para todos, así que no estaba muy preocupada por si aprobaría. Él hacía magia.

Unos diez minutos después llegó Heather con la vista fija en su celular. Sin palabra, destrabó el auto, nos metimos y condujo en silencio. Cuando llegamos a la casa, nos fuimos por nuestros propios caminos, actuando como si la otra no existiera. Agradecida de que ni Veronica ni mi padre hubieran llegado, me encerré en mi cuarto luego de un rápido viaje a buscar café.

Las tardes que tenía sola eran pocas. Aunque apreciaba más de lo que alguna vez podría poner en palabras la preocupación que todos tenían porque no me tuviera que enfrentar a mi nueva vida sola, a veces las miradas que me daban, como si me pudiera romper con una sola palabra, cansaban.

Me prometí estudiar mientras bebía el café, algo que cumplí gracias a que me tomó un minuto hacerlo. Sintiéndome realizada por el día, dejé mis apuntes a un lado y me acosté para ver el techo, lo que era mil veces más interesante que Literatura. Y eso era algo que nunca habría creído llegar a pensar.

La puerta se abrió de pronto, interrumpiendo mi pacífico momento de la nada misma. Heather entró con Ares en brazos.

—No puedes entrar así sin más —me queje como todos los días. Lo único que la hacía sentir como una hermana era su costumbre de no pedir permiso antes de entrar a mi cuarto.

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now