Capítulo 55.

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ERA MI PRIMER DÍA DE REGRESO A LA VIDA.

Cuando bajé para desayunar, Heather hizo todo el acto de escupir café por la sorpresa de verme.

—¿Qué haces? —preguntó cuando la empujé a un lado para pasar a la cafetera.

—¿No puedo desayunar?

—¿Qué haces con el uniforme?

—Tú también lo tienes puesto. Es lo que ocurre cuando vas a la escuela. —Presioné el botón para hacer café y volteé a verla como si no entendiera su problema—. Una pensaría que después de cinco años ya sabrías para qué se usa el uniforme.

—Irás a la escuela. ¿Hoy?

—Tú también.

—Pero yo... —Carraspeando, fue a sentarse a la isla—. Digo, esto sonará insensible, pero...

—¿Tú no te escondes en tu cuarto desde que Hunter murió? —la interrumpí. La cafetera dio un pitido. Con mi café en mano, me senté frente suyo—. Tienes razón. Pero ya es martes, ya falté ayer. Ya no tengo ausentes justificados. Si falto hoy, es probable que Beatriz me llame para expulsarme.

—No haría eso —la voz de Veronica llegó antes que ella. Se acercó a mí con mirada inquisitiva—. Sé que te justificó los ausentes porque tu madre le pidió. Podría hacerlo otra vez.

—No me importa. —Di un largo sorbo a mi café para escapar sus ojos—. Quiero ir a la escuela.

—¡Miren eso! —Heather soltó un grito ahogado y señaló la ventana de la cocina. Giré para ver, encontrándome con nada más que el hermoso día soleado—. Oh, disculpa. Pensé que vi un cerdo volando. Porque, ya sabes, acabas de decir que quieres ir a la escuela...

—Arruinas la broma si la tienes que explicar —la corté.

Me mostró su dedo medio. Veronica lo palmeó fuera de vista.

—¿Estás segura? —me preguntó—. Puedo llamar, no hay ningún problema. E incluso si no te justifican el ausente, te lo puedes costear. No quiero que hoy, de todos los días, te fuerces.

—Si me tengo que quedar encerrada aquí, me acabaré suicidando. Tranquila —agregué con una sonrisa ante su expresión alarmada—, es una broma. ¿Ves? Estoy sonriendo. Ningún suicidio por aquí.

—Estás...extraña hoy —acotó Heather—. Más de lo normal. Te preferiría luciendo como si nos quisieras matar a todos. Como siempre.

—¡Heather! —exclamó Veronica.

Heather alzó las manos con inocencia.

—Dicen que el día que los locos explotan es cuando empiezan a actuar como ella ahora.

Nadie dice eso. —Rodé los ojos.

Yo digo eso. —Imitó mi gesto.

—Bueno —nos frenó Veronica—. Si ambas irán a la escuela, apúrense. Tienen que salir en cinco minutos.

Cinco minutos exactos después, Heather y yo estábamos fuera de la casa y en camino a la escuela. Debimos hacer "piedra, papel o tijera" para decidir quién conduciría y acabé ganando yo.

—A este paso llegaremos tarde —me quejé.

Heather conducía con las manos aferrando el volante como si se le fuera a escapar y más lento que mi abuela caminando. No la culpaba; había un motivo por el que yo había saltado al asiento de copiloto.

No hablamos hasta llegar a la escuela, donde la despedí con un simple "espérame a la salida" y corrí dentro del edificio.

Mientras caminaba por los pasillos repletos, intenté repetir el mantra que mi psicóloga me había proveído para cuando sentía que todo el mundo me estaba mirando. No funcionó.

El Manuscrito (#1)Where stories live. Discover now