Capítulo 18: La Llegada e Inicio de los Problemas

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Por fortuna, ni el taxi estuvo lleno de monstruos, ni ninguna criatura malvada los persiguió durante el trayecto. Con una tranquilidad que resultaba espeluznante (Harry casi ni recordaba cuando fue la última vez que tuvo «tranquilidad» desde que obtuvo el juego), habían llegado al destino que Sally le había dicho al taxista («Al East, calle Ciento cuatro con la Primera») y habían entrado al pequeño departamento que era la casa de Sally y Percy, y que ahora sería la casa de Harry.

Al entrar, lo primero que Harry pensó de su nueva casa era que era una total basura.

El hecho de que Harry, quien había vivido en un armario durante casi toda su vida, dijera eso, bastaba para expresar como lucia el sitio. 

El problema no era que fuera pequeño (de nuevo, Harry había vivido en un armario); en realidad, el problema era que literalmente era un basurero. Nada más entrar vio pedazos de pizzas, patatas fritas, latas de cerveza y cartas desparramadas por todos lados, y además contempló la «contaminación sonora» de la que tanto había hablado la señora Johnson en sus clases al escuchar el ruido de un televisor a todo volumen y los gritos de varios hombres que estaban sentados en una mesa jugando lo que parecía ser poquer. 

«¿Suena muy feo si digo que prefiero el estómago de Moby Dick?»—cuestionó Harmusp, un profundo asco estando presente en su tono.

«No, tranquila. Yo también pienso lo mismo»— le respondió Harry, a la vez que notaba que había pisado un calzoncillo sucio que olía aun peor que la más terrible de sus pesadillas olfativas (es decir, Percy) 

—Se lo que piensas, Harry —le dijo Sally con una sonrisa algo forzada—. No te preocupes. Normalmente, este lugar no luce tan… impresentable.

—Sí. Normalmente luce mucho peor —murmuró Percy mientras hacia una mueca, solo para agachar la cabeza al recibir una mirada severa de parte de su madre.

Harry guardó silencio, sin saber muy bien que decir. La verdad no había tenido grandes expectativas de su hogar; a lo mucho había pensando en tener su propia cama por una vez en la vida. Pero aunque no había deseado la gran cosa, tampoco era como si hubiera estado preparado para… lo que estaba viendo.

Sabía que había dicho que cualquier lugar estaba bien mientras estuviera con su familia; pero…

«Vivir debajo de un puente estaría mucho mejor que esto»—se dijo mientras hacia una mueca de asco al notar que había pisado otro calzoncillo sucio que tenía papitas fritas por todos lados.

«Lo repetiré, Harry: prefiero el estómago de Moby Dick. Ahí había menos amenazas contra nuestra integridad física»

Cualquier posible contestación que Harry pudo haberle dado a Harmusp fue interrumpida por la voz rasposa y hedionda (¿cómo una voz podía oler tan mal?) de un hombre.

—Ah. Llegaron —dijo un hombre que parecía el hermano perdido de las morsas monstruos que Harry había tenido la desgracia de contemplar durante la aparición inicial de Moby Dick—. Que bien… ¿Trajiste dinero?

Harry parpadeó.

«¿”Trajiste dinero”? »—se preguntó, solo para notar con incredulidad como Sally sacaba de de su bolso de mano unos billetes y se los entregaba aquel hombre.

Harry no supo ni que pensar ante eso. Él no era un experto en matrimonios ni en relaciones sociales de cualquier tipo (el hecho de que sus mejores amigos eran un primo al que acababa de conocer y una serpiente remarcaban ese hecho); pero que él supiera, los matrimonios normalmente no funcionaban de esa manera. Lo más común era que fuera el hombre quien le entregara dinero a la mujer. Por lo menos, eso era lo que tío Vernon hacía con tía Petunia.

Harry Potter y el Juego del DestinoOnde histórias criam vida. Descubra agora