Capítulo 26: De Como Harry Conoció a su Madre

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Cerró los ojos. Luego los abrió.

Había sido un sueño; o más bien, una pesadilla. Nada de lo que había pasado había sido real. Todo había sido producto de su extraña imaginación.

…. O eso es lo que le hubiera gustado.

—Soy Morrigan. Y soy tu madre, Harry.

Cerró los ojos otra vez.

¿Por qué a él?

En serio, ¡¿por qué a él?!

Morrigan, la Diosa de la Muerte de la Mitología Celta. La mayor de los seis hijos de Danu, la Diosa de la Luz, fundadora de los Tuatha de Danann que gobernaban sobre el Sídhe Far (Mundo de las Hadas) e Irlanda. Una dama que gobernaba sobre toda forma de conflicto.

Pero lo más importante, una dama monstruosa como ninguna otra.

Las Diosas de la Mitología Griega eran duales y amorales. Dependiendo del lado en que se les tratara, serian dulces o crueles. Morrigan no era así. Ella era la representación vivida de todo lo que los hombres temían o que terminaban destruyéndolos si no sabían controlarlos. El pánico, la ira, el odio, los celos y la muerte: esos eran sus dominios. Ella no era pada nada lo que uno querría de aliada. Ni hablar de como madre.

Pero ella era una Diosa, y eso Harry lo sabía. Y una Diosa jamás haría algo como poner su orgullo en juego al decir algo que no era.

Además, no podía negar la realidad de lo que sus ojos veían.

Pelo rojo, ojos verdes, un cuerpo pequeño y juvenil pero lleno de las suficientes curvas y que estaba ataviado en una túnica negra: todo eso rematado por rasgos demasiado familiares que había visto en Sally.

Rasgos familiares que veía cuando dormía.

«¡A Harry no, a Harry no…!» 

[[La Mente del Jugador] se ha activado]

Abrió los ojos. Se forzó a tener temple e hizo una simple pregunta:

—¿Cómo?

Pudo haber dicho: «¿Por qué?». Exigirle una explicación de porqué si era su supuesta madre lo había abandonado. Pero se imaginaba la respuesta: «Porque soy una Diosa y los Dioses no pueden entrometerse con mortales y, bla, bla, bla». No quería decir que no le quisiera preguntar eso de todos modos, pero tenía cosas más importantes por las que preocuparse.

— ¿Cómo? —repitió la señora Boo… Er, Morrigan. ¿O debería llamarla madre?—. Pues es sencillo pero complicado: tan opuesto pero balanceado como las que cosas sobre las que me gusta regir.

Ella alzó su brazo levemente. Repentinamente, una nube de cuervos surgió desde el interior de su túnica, rodeándolos a ambos para luego desaparecer mágicamente. Y cuando lo hicieron, Harry se encontró en una clínica de hospital viendo como una niña nacía.

Una niña pelirroja.

—Ser una reina es divertido; pero, a veces es algo solitario —Morrigan vio la escena con una sorprendente falta de sentimientos—. De vez en cuando, es divertido jugar a ser una plebeya y entremezclase entre la multitud. Por supuesto, una reina nunca puede descuidar su deber; pero afortunadamente aparte de reina soy un Espíritu Divino, y además uno que rige sobre las almas.

Harry Potter y el Juego del DestinoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant