• Memories: Secretly •

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» Memories: Secretly.      
                 
               
                 

Diluc volvió a sus obligaciones en un par de semanas, pero solo a realizar trabajos de papeleo y documentación de misiones y requerimientos para que se lleven a cabo.
               

La verdad es que detestaba estar encerrado en su oficina recibiendo información de lo que sucedía con las distintas comisiones en las que había sido asignado, pero no tenía alternativa. El Maestro Varka había sido tajante en ordenarle que debía quedarse dentro de la sede hasta que su recuperación fuera total.
               

El par de costillas rotas aún seguía doliendo, así que pasaría un tiempo antes de poder levantar su claymore otra vez. Incluso de solo pensar en cargar su arma ya podía imaginar el dolor que sentiría en cada centímetro de su cuerpo, así que debía sanar como debería.
               

El único que al parecer estaba feliz de que el capitán Ragnvindr estuviera en su oficina todo el tiempo, era Kaeya.
               

—¡Capitán Ragnvindr! —Diluc alzó su cabeza ante el llamado y dejó su pluma sobre la mesa para justo observar como Kaeya entraba a la oficina con un paquete en la mano. A juzgar por el aroma que se desprendía de la caja, supo de inmediato que era comida.
               

—¿Ya es la hora del almuerzo?
               

El pelirrojo estaba tan concentrado en estar al día con sus deberes pendientes que pasaba horas extras revisando archivos que tenían fecha desde el accidente. En ocasiones, olvidaba que había quedado con Kaeya para salir a comer juntos, así que el moreno prefería llevar un aperitivo ligero hasta la sede y así aprovechar un corto tiempo a solas.
               

—Exacto, y para variar, has olvidado otra vez nuestra cita. —El chico formó un ligero puchero en sus labios mientras se acercaba hasta el escritorio, ayudando al mayor a recoger todos los papeles apilados para despejar la mesa y así tener espacio para que dos personas pudieran comer.
               

—Sabes que esto no se debería hacer ¿verdad? —Le regañó Diluc alzando una de sus cejas. Se acomodó en su silla luego de ordenar todo, formando una ligera mueca en su rostro a causa de la punzada de dolor que sintió. —Está prohibido comer dentro de la Sede.
               

—Lo sé, pero tampoco puedes moverte tan libremente como antes, así que pedí autorización para que comieras de vez en cuando aquí.
               

Diluc podría haberlo golpeado por tomar ese tipo de decisiones sin su consentimiento, pero ante la sonrisa traviesa que el contrario le brindaba no pudo mostrarse molesto.
               

Era difícil enojarse con Kaeya cuando su ojo visible estrellado lo observaba con una adoración demasiado obvia.
               

No tenían una relación como tal, no se habían vuelto a besar desde aquella vez, pero se notaba demasiado el cambio de actitud que ambos tenían por el otro.
               

Kaeya era mucho más atento, siempre pendiente de cada cosa que el pelirrojo necesitara y eso no significaba que antes no fuera así, pero ahora tenía una ligera connotación más íntima, algo que solo Diluc podía percibir.
               

Por su parte, el Ragnvindr permitía el contacto físico, por muy simple que fuera.
               

Había descubierto que el menor tenía la constante necesidad de acariciarlo, de mantenerlo cerca, de rozar la yema de sus dedos sobre la poca porción de piel que dejaba ver al público.
               

 • This is our story • [ Kaeluc | Genshin Impact ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora