1. El escape perfecto

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Era una mañana común y corriente.

Louis despertó más que alerta en la cueva oscura, húmeda y fría en la que había estado viviendo durante algunos meses, en medio de ese más frío y oscuro bosque, alejado del reino que alguna vez llamó hogar, alejado de cualquier civilización, alejado de las personas que lo habitaban y al que nunca más podría entrar sin ser señalado y fusilado al instante.

No quería morir, había sobrevivido a tanto y por nada del mundo iba a dejar que esa guerra acabara con lo más valioso que tenía, su magia.

Estaba dispuesto a irse de allí de una vez por todas, estaba dispuesto a alejarse e ir a un páramo helado y lejano donde estarían bien, ese lugar ya no era seguro, de todas formas, las emboscadas del ejército para tratar de erradicar la poca magia que quedaba en el mundo estaban siendo cada vez más seguidas, con más hombres y más cerca de él y los escondites que llegaba a encontrar, cuevas escondidas entre los inmensos árboles, cuevas a las que alguien fácilmente podía acceder, no podía arriesgarse a que lo encontraran, su vida estaría en riesgo nuevamente y la vida y existencia de Galt también.

Obviamente no iba a permitir que nada le pasara a la gigantesca y hermosa criatura que había estado cuidándolo como un ángel guardián desde que tenía uso de razón, no podía dejar que nada le pasara, por eso debían irse, huirían, se alejarían de cualquier civilización que quisiera matarlos, de cualquier civilización en realidad, y podrían vivir sin el miedo de estar siendo perseguidos por no ser normales, porque claramente ninguno de los dos debía estar vivo, no era posible, el mundo era demasiado horrible para tener a alguien como Galt allí.

Su bestia se había ido a cazar, como hacía todas las mañanas al salir el sol, así que él estaba solo en ese refugio oscuro que no se atrevía llamar hogar, y eso, estar solo, era algo bueno, así podría irse de allí rápida y ágilmente, sin llamar la atención de algún guardia o curioso que estuviera tan adentro del bosque buscando, cazando brujos, como él como si no fueran más que una plaga, como si no fueran más que viles ratas.

Aunque él se sentía como una, siempre estaba huyendo.

La guerra contra los seres mágicos había empezado hace más de doscientos años, las personas, si así podía llamárseles a esos despiadados seres que no pensaban más que en ellos mismos y su avaricia, habían cazado y asesinado a cientos, sino es que miles de otras personas con poderes especiales, con magia recorriendo sus venas como si fuera sangre, los eliminaban, los extinguían por miedo a ser destruidos, por miedo a lo diferente, por miedo a la misma magia, y las criaturas que se lograban salvar, muy pocas en realidad, morían en el bosque, como él se supone que debió haber muerto cuando fue abandonado allí para su suerte.

Hace casi veintitrés años que se acabó oficialmente con los brujos, ya no había magia en el mundo porque era antinatural y sinceramente él no sabía cómo o por qué seguía con vida.

Bueno, sí lo sabía, todo era gracias a su Galtie.

Un ruido se oyó a lo lejos, fuera de la caverna en la que estaba, y por un instante pensó que sería Galt, pero no sintió esa conexión especial que tenía con él, así que lo descartó de inmediato y se puso más alerta que de costumbre pensando qué o quién sería y si le haría daño.

Aunque obviamente le harían daño, así que dejó los recuerdos sentimentales para otro momento en que su vida no corriera peligro y corrió en la oscuridad hacia donde estaban sus pocas pertenencias que ya tenía empacadas.

Ya había planeado irse de esa sucia cueva de todos modos, así que solo tomó su mochila con la poca ropa que tenía y mantas que había logrado robar de las cuevas que seguro habían sido refugio de cientos como él, le dio una última mirada a ese lujar, a las piedras que lo habían resguardado por casi dos meses, las estalactitas formándose por la humedad, las goteras, y fijándose muy bien que no hubiera nadie afuera esperándolo, salió de su escondite y, tan callado como pudo, empezó a correr hacia el norte, irían hacia allá, hacia las montañas, hacia la paz.

Runaway [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now