CAPÍTULO I

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—¡MAR! —el chillido caló hasta sus huesos al momento en que la oscuridad la atrapó.

Se levantó de un salto, abriendo los ojos de golpe, con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

Se llevó una mano al rostro, intentando estabilizar su respiración.

Su estómago estaba revuelto, lo que explicaba las inmensas ganas de vomitar que tenía.

Desvió la mirada hacia la puerta de su habitación. El constante golpeteo de una persona la había logrado despertar de aquella pesadilla.

Tomó un respiro profundo, antes de hablar:

—Puede pasar. —dijo, en voz alta.

Buscó en su buró, pronto encontrando un pañuelo con el qué limpiarse la frente sudada, mientras Yew entraba a la habitación, con un carrito de comida. Las demás doncellas entraron tras ella, comenzando a ordenar todo en la habitación.

La brillante luz de la mañana entró por sus ventanas en el momento en que las cortinas le dieron paso, haciendo que Damaris parpadee para adaptar sus ojos a la luz.

—Buenos días, Lady Damaris. —saludaron sus doncellas, inclinando su cabeza.

—Lady Damaris, ¿todo bien? —preguntó Yew, acercándose a ella, para apartar el cabello de su rostro—. Me pareció escuchar gritos.

A Damaris le costó un momento contestarle, pero, ¿qué podía decirle, sino la verdad?

—Fue una pesadilla. Lo siento, no quería molestar a nadie. —contestó, con voz ronca.

—No debe disculparse, Lady Damaris. A decir verdad, nos preocupamos un poco. —Yew se acercó al balcón para abrir los grandes ventanales. La frescura del viento relajó los sentidos de Damaris—. No sabía que habían vuelto las pesadillas. ¿Cómo se siente? —se sentó a la orilla de su cama, para tocar su frente—. Pero mire qué pálida está, de seguro soñó algo terrible.

Damaris hizo una mueca, tratando de recordar su sueño, pero su mente se encontraba en blanco. Desde que era niña, las pesadillas se habían quedado como manchas borrosas en su mente.

—No sé qué soñé. —contestó, resignada—. Ojalá pudiera recordarlo. Así podría terminar esto de una buena vez.

Yew solo se quedó en silencio ante su respuesta, levantándose para servir una taza de té.

Una de las doncellas estaba preparando su uniforme, lo que le dio a entender a Damaris que no podría quedarse mucho tiempo en la cama.

—Ya veo. —respondió Yew, por fin, pasándole la taza de té—. Tal vez no sepa de qué tratan sus sueños, Lady Damaris, pero sin duda alguna le hacen mucho daño. ¿No le gustaría ver al médico de la mente? —propuso, con una ligera sonrisa.

—Me encantaría, pero no tengo tiempo. —respondió, revolviendo el té con su cucharilla.

Realmente no tenía tiempo que perder, pero sabía que un médico de la mente podría solucionar su problema, puesto que siempre lo hacía.

Las pesadillas eran algo habitual en la vida de Damaris. Por lo general, no eran la gran cosa, así que las ignoraba, pero a veces llegaba un punto en que no podía aguantar más, lo que hacía que su problema fuera muy evidente para las personas que la rodeaban, así que acudía con el médico real, que, en un par de horas, la dejaba como nueva. Aquel tratamiento, aunque milagroso, era temporal, pues, aunque aliviara su sueño, las pesadillas siempre terminaban volviendo.

—Lady Damaris, comprendo que esté ocupada, pero no puede descuidar su salud de esa manera. Si sigue así, pronto no estará durmiendo adecuadamente. —dijo Yew, en cuanto Damaris le devolvió la taza y se levantaba de la cama—. La mano derecha del Rey necesita estar en sus cinco sentidos para proteger al Reino, y el sueño es un detalle muy importante. —decía, mientras Damaris se estiraba.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora