CAPÍTULO XVIII

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—¡Bienvenidos! —exclamó Seyn, quien parecía haber estado esperándolos en la entrada del palacio, pues ya se encontraba ahí cuando Damaris bajó del carruaje.

Lucía una sonrisa tan brillante, que se le revolvió el estómago al recordar lo que había pasado en Dria.

Seyn se acercó a ellos, y besó a Damaris en la mejilla.

—No creí que volverían tan pronto. Pensé que descansarían un poco antes de regresar.

—Volvimos tan pronto acabó el baile. —contestó el Rey, con un tono enfadado—. Estoy cansado, así que me retiraré hasta la cena. —le echó un último vistazo a Seyn, y este le lanzó un beso. El Rey frunció los labios, molesto, y entró al palacio, sin mirar atrás.

Una vez fuera de su vista, Seyn silbó. Parecía estarse divirtiendo con la reacción del Rey

—Alguien parece estar enojado porque no lo despedí el otro día. —se rio.

Damaris lo miró, frunciendo el ceño.

—No es gracioso. Realmente quiso que lo despidieras.

—No es para tanto —hizo un gesto con su mano, restándole importancia—, solo fue una vez. No es como si no nos volviéramos a ver, ¿cierto? —volvió a reírse.

Damaris lo miró extrañada, pero no pudo responderle, porque su amigo volvió a hablar:

—Pero bueno, dime, ¿te divertiste? —preguntó Seyn, sonriente.

Una culpa abrasadora la golpeó.

Volteó la mirada, y tomó su valija, comenzando a caminar.

—Un poco. —contestó Damaris—. Estuve al lado del Rey la mayor parte de la noche.

—No sé por qué no me sorprende —Seyn sacudió su cabeza—, pero cuéntame, ¿qué tal todo? ¿Cómo estaba Bastian?

Damaris cerró los ojos, y respiró profundo.

Deseaba decirle la verdad. Seyn merecía saber lo que estaba ocurriendo. Malentendido o no, el príncipe Bastian había desaparecido, y Seyn era su mejor amigo.

Se relamió los labios, recordando la orden que le habían dado.

Nunca había faltado a las órdenes del Rey, y deseó que esta fuera la primera, pero realmente no podía hacerlo.

Damaris podía considerar al Rey como un padre, pero eso no significaba que pudiera faltar a sus órdenes cuando en aquel Palacio habían oídos por todos lados. Siempre había alguien viendo o escuchando, listos para comunicarle al Rey cualquier irregularidad. Sin importar cuánto quieran a Seyn, el personal del Palacio era leal a otra persona.

—Estuvo bastante bien. —decidió contestar, con naturalidad—. Hablé mucho con la princesa Alyssa, y le prometí entrenar con ella algún día. Y también charlé con el príncipe Alucard. Fue interesante.

—¿En serio? Dioses, me alegra que estés expandiendo tu círculo de amistades.

Damaris se rio.

—No es para tanto.

—Sí lo es. —Seyn puso los ojos en blanco, sin borrar su sonrisa—. Dime, ¿Cas pudo entregarle mi regalo a Bastian?

Damaris deshizo su sonrisa, y asintió.

—Me dijo que le gustó mucho. —se rascó la nuca, incómoda—. De hecho, estoy cansada por el viaje. ¿Te parece si hablamos luego?

—Sí, claro. ¿Quieres que te ayude? —Seyn señaló su equipaje.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now