CAPÍTULO XL

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Damaris sostuvo su mano, observando atenta su rostro. Según Loto, despertaría en cualquier momento de ese día.

Ther gimió ligeramente, frunciendo el ceño, sin abrir los ojos.

—¿Ther? —llamó Damaris, en voz baja. Besó los nudillos de la mano de Ther, y se inclinó hacia él.

Pasó un momento antes de que Damaris presenciara aquel par de orbes rosados que tanto adoraba.

—Bienvenido, Su Majestad. —ella sonrió, tragándose sus lágrimas, abrazando con más fuerza la mano de Ther.

—¿Damaris? —habló Ther, lento y pausado. Parecía un poco desorientado.

—Sí. Aquí estoy. —no pudo evitar sollozar, y se inclinó para besarlo—. ¿Cómo te sientes?

—Como si me hubieran apuñalado. —trató de sentarse, por lo que Damaris se apresuró a ayudarlo.

Le sirvió un vaso con agua, y peinó sus cabellos castaños con sus dedos.

—¿Qué ha pasado?

—¿Estás seguro de que quieres escucharlo? Acabas de despertar.

—Quiero hacerlo. —confirmó—. Quiero saber a qué me enfrentaré cuando salga aquí. —miró a su alrededor, y frunció ligeramente el ceño—. ¿Esta es la habitación de mi padre?

—Sí. Lo es. Ahora es tuya.

Ther soltó un respiro de alivio.

—¿Todo acabó?

—Algo así. —Damaris sonrió, algo tensa—. La Unión de la Tierra convocó una reunión de emergencia aquí, en Del.

Ther se congeló, y volteó a ver a Damaris con los ojos desorbitados.

—¿Están aquí? —preguntó, en un hilo de voz.

—La mayoría. Los que faltan llegarán mañana. Tan pronto como estés listo, será la reunión.

—Oh, por los dioses. —soltó un respiro frustrado—. ¿Y qué pasó...? Tú sabes.

—Bueno, no conozco todos los detalles porque no me encargué de eso, pero Seyn ordenó que el cuerpo de Dreklai fuera expuesto a las puertas de la ciudad. Las personas se volvieron locas, pero afortunadamente no hubieron heridos y con tanta información que salió a la luz, no tuvieron nada más que creer todo lo que había pasado. Mik se encargó de distribuir toda la información que teníamos por todos lados, y Castien y yo nos encargamos de la Guardia del Rey y los miembros del Concejo. Mer y Loto se encargaron del personal del palacio.

—¿Cómo...? ¿Cómo lo tomó el pueblo? —preguntó, con un poco de temor.

Damaris sonrió, y se inclinó para besar su mejilla.

—Bueno, el Embajador Lastair Diev es bien querido por todos. La Reina Madre siempre ha sido más amada por el pueblo que Dreklai, así que cuando se enteraron de lo que realmente ocurrió... —se encogió de hombros, pero no borró su sonrisa—. Están indignados por lo que Dreklai le ha hecho a la familia real. Seyn, Castien y yo abdicamos al trono frente a una sacerdotisa de Cot, ante el pueblo. Ahora eres el único heredero a la corona de Rariot, Ther. El pueblo está esperando con paciencia y preocupación tu recuperación y próxima coronación.

Ther de Rariot asintió, cerrando los ojos.

Damaris lo abrazó, para luego sentir cómo era rodeada por los brazos de Ther.

El nombre que sepultaron hacía más de veinte años se sentía cómodo y adecuado en sus labios. Con todo acabado, ya no había necesidad de llamarlo por el nombre de un hombre que nunca existió.

El Villano de Nuestra HistoriaDär berättelser lever. Upptäck nu