Epílogo

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Damaris se frotó la nariz, mirando la pila de papeles que necesitaban ser revisados por ella, con desgano.

Castien le había advertido que dejar de lado su trabajo por mucho tiempo haría que se acumularía, pero ella no le había hecho caso, y ahora se encontraba en aquella situación tan horrible.

El suave golpeteo en la puerta llamó su atención.

El emocionado rostro de su prometido se asomó.

Damaris miró el reloj, y suspiró.

—Lo olvidé otra vez, ¿no? —preguntó, mientras Ther entraba, con un carrito lleno de comida.

—No importa si lo olvidaste. Los esposos deben auxiliarse mutuamente, ¿no? En lugar de buscarme, decidí buscarte yo a ti. Mira, pedí que hicieran este almuerzo exclusivamente para nosotros.

—Uhm, qué actitud para más sospechosa. —mencionó Damaris, pero de todas formas se levantó, y lo acompañó en la mesa que Ther había preparado con anterioridad para ellos.

—¿Qué de sospechoso tiene mimar a mi esposa? —pellizcó una de sus mejillas, a lo que Damaris le dio un golpe a su mano.

—Solo haces eso cuando tienes algo que pedirme.

—Eso no es cierto.

—No me contraries cuando sabes que tengo razón. —le dijo, sin mirarlo, enfocada en la comida.

Damaris le sirvió un plato de comida a Ther, y él se lo devolvió con un plato que había servido para ella.

—Mi querida esposa, tu cumpleaños es muy pronto, ¿has decidido cómo lo celebraremos?

—Uhm, sí.

—Supongo que un elegante baile no es una opción, ¿no es así?

—¿Qué tienes con los bailes? —preguntó Damaris, aceptando el bocado que Ther le estaba ofreciendo.

—Son muy especiales para mí. Todos pueden ver y sentirse envidiosos de la hermosa persona que está a mi lado. —Damaris sintió que se sonrojaba. Tragó su comida, y sacudió su cabeza.

—Sabes que no me gusta. Solo quiero algo pequeño.

—Eso es exactamente lo que me dijo mi cuñado cuando le pregunté. Ustedes definitivamente son hermanos.

Damaris enarcó una ceja, volteando hacia él.

—¿Qué tanto has estado hablando con él?

—Oh, mi querida esposa, no te pongas celosa. Sabes que eres la única a mis ojos. —Ther se inclinó hacia ella, y le robó un beso.

—Qué celos ni qué nada. ¿Qué planeas?

—Es una sorpresa. —contestó, sin perder su sonrisa—. No será una sorpresa si te lo digo.

Damaris entornó los ojos, pero no quería discutir, así que solo sacudió su mano.

—Está bien, pero, por favor, que no sea nada exagerado.

—Yo jamás doy cosas exageradas.

—El año pasado me regalaste los planos de un nuevo palacio que querías construir para mí.

—Peeeeeeero, solo fueron los planos. No sabía si lo aceptarías, así que primero pregunté antes de construirlo, ¿ves que soy humilde?

Damaris se rio, y lo besó, sin poder evitarlo.

Su prometido era realmente ocurrente.

—Está bien. Supongo que mañana lo sabremos.

Ther emitió un sonido de confirmación, y volvió a ofrecerle un bocado de comida que Damaris aceptó con gusto.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora