CAPÍTULO XXXI

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—¿Qué haces? —preguntó Loto, con el ceño fruncido, entrando en la habitación.

Cerró la puerta con cuidado, y se cruzó de brazos.

—No estás planeando irte, ¿o sí?

—Tengo trabajo que hacer. —respondió Ther, buscando en su tocador el anillo de Embajador.

—No estarás en la cena. —mencionó Loto, y pudo notar la intención en su voz.

—No necesito estarlo. —Ther fingió no darse cuenta—. Ustedes saben lo que tienen que hacer.

—¿Y Damaris? —Ther se congeló ante la mención.

Respiró profundo y tomó el anillo.

—¿Qué pasa con ella? —se detuvo frente al espejo, y se enfocó en arreglar su corbata.

—Mira, no soy estúpida. Tal vez los chicos no lo noten porque andan en su propio mundo, pero soy muy buena observadora.

—¿Y tu punto es?

—Son dos, de hecho. No te pongas los lentes de contacto todavía, déjame terminar. —le pidió, cuando vio que agarró la pequeña cajita que le había traído del otro mundo—. Como decía, soy observadora. La conversación de hoy me ha dejado en claro que algo pasa con ustedes dos.

El corazón de Ther se aceleró. Se negó a observarla al rostro.

—No sé de qué me hablas. —acomodó su corbata por última vez.

—Ay, por favor —Loto se cruzó de brazos—, no trates de negarlo. No te pediré que me cuentes lo que ocurrió, porque sé que no lo harás y tampoco te voy a obligar, pero sí te diré que, si hay algún problema entre ustedes, lo arregles.

Ther sabía que eso era complicado, pero no iba a decirle eso a Loto.

—En eso estoy. —respondió, en su lugar—. ¿Ahora sí? —levantó la cajita con los lentes de contacto.

—No, me falta lo último.

—Bueno, dímelo.

Loto se relamió los labios, y se acercó a él, con un rostro preocupado.

—¿Lo has notado? Parece... parece como si anduviera a la deriva.

Ther se tensó al escucharla.

Loto era una de las más receptivas del grupo. Mientras ella era observadora, Mer podía sentir cosas que una persona normal pasaría por alto.

—Lo he notado. —contestó Ther, en voz baja.

—¿Es reciente? —él negó con la cabeza.

—Lo noté hace un par de meses. Creo que se debía en parte a sus pesadillas, pero no... Yo realmente quiero ayudarla, pero arruiné las cosas, y no creo ser el más confiable para hacer algo por ella ahora.

—Creo que no tendrá las cosas fáciles, pero también creo que podrá superarlo si tiene a personas que se preocupan por ella a su lado.

Lastair mordió ligeramente su labio, y sacudió su cabeza.

—No puedo. —contestó, rendido.

—Sé que tienes que mantener la fachada, pero...

—No es por eso. —interrumpió, y se volteó nuevamente al espejo.

—¿Entonces por qué no puedes quedarte un poco más a su lado? —preguntó Loto, mientras él se colocaba el primer lente con cuidado.

—Arruiné las cosas con ella. —repitió.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now