CAPÍTULO XXXIX

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Miró fijamente la hermosa y brillante tiara que se posaba en su cabeza.

A pesar de sus innumerables excusas, Dreklai había insistido en que debía utilizar aquella tiara en actos oficiales, y eso incluía el cumpleaños del Monarca.

Se preguntó internamente por qué alguien querría viajar a Rariot para celebrar el cumpleaños de ese idiota después de tantas desgracias ocurridas dentro del palacio.

¿Cortejar a la muerte era algo popular en estos días?

Sacudió ligeramente su cabeza, haciendo caso omiso a sus pensamientos absurdos y estiró su mano para agarrar su medallón de General, que fue colocado en la solapa de su capa con gentileza.

Sonrió a su reflejo. El pecho se le llenó con anticipación.

—¿Su Alteza? —volteó hacia Yew, quien la miraba extrañaba.

—Gracias, Yew. Todas ustedes se han lucido esta vez. —bajó de la pequeña plataforma, y se probó unos anillos antes de escuchar que golpearon la puerta.

—Ese debe ser el Embajador Diev. —dijo Yew, instando a una de las doncellas a abrir la puerta.

Damaris guardó los anillos, y volteó a ver a Lastair, quien acababa de entrar en la habitación.

Se quedó sin aliento por un momento, al encontrarse con su mirada. Nunca antes había visto a Lastair brillar tanto.

Lastair sonrió, y se acercó a ella, ofreciendo su mano para que la tomara.

—Luces hermosa esta noche, Damaris. —besó sus nudillos, con suavidad.

—Tú también te ves muy bien. —soltó una risilla, y volteó hacia las demás personas que se encontraban en la habitación—. Muchas gracias. Espero que puedan disfrutar de la velada.

Salieron de su habitación, con una Damaris vibrando de emoción.

—Ya necesitábamos una fiesta para olvidar todo lo horrible que ha ocurrido en estos meses, ¿no crees? —preguntó Lastair, entrelazando sus dedos.

—Definitivamente, aunque me gustaría que Seyn estuviera con nosotros. —le otorgó una sonrisa triste.

Lastair besó su sien, y sonrió.

—Estoy seguro de que él está con nosotros y que le gustaría que disfrutaras esta noche. —le otorgó una mirada astuta, y siguieron su camino hacia el Salón Real.

Damaris saludó brevemente a los invitados, antes de ocuparse de los soldados que se encontraban en cada rincón del salón.

Damaris saludó brevemente a los invitados, antes de ocuparse de los soldados que se encontraban en cada rincón del salón

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—¿Cómo me veo? —preguntó, nervioso.

Mer se rio, y acomodó su capa.

—Te ves muy bien. Causarás una gran impresión.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora