CAPÍTULO XXII

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—He revisado todo el lugar, Cas. —insistió Damaris—. No existen pasadizos secretos. No tiene sentido que se desvaneciera en el aire.

—¿Un hechizo de invisibilidad? —propuso Castien, y ella lo miró con una ceja enarcada.

—Haz estado leyendo muchas novelas.

—Es en serio. —su amigo puso los ojos en blanco—. Dicen que en uno de los Tres Grimorios se encuentra un hechizo como ese.

—Cas, apenas y podemos conseguir una copia del Grimorio de Zelda. El último registro del Grimorio de Atolón es de hace 1500 años, y del Grimorio de Nira fue hace más de 2000 años.

—Ya, pero que haya sido hace tanto tiempo, no significa que no existan todavía.

—¿Y por qué lo tendría un mercenario? No creo que tenga el dinero y conexiones para obtenerlos. Quien pueda conseguir uno de esos en el mercado negro debe tener muchísimo dinero. Admite que es absurdo.

—Entonces tal vez fue el mismo hechizo que usó para que nadie se dé cuenta de su presencia.

Damaris asintió, y luego frunció el ceño.

—Cas. —lo llamó, y él solo le respondió con un "¿Mmm?"—. Aquella noche, ¿Seyn no estaba actuando raro?

Se miraron, y Castien frunció el ceño.

—Lo atribuí a la fiesta.

—Esa mañana también se había comportado muy extraño. —Damaris recordó.

—No puedes creer que...

—¿Y si él sabía lo que le iba a pasar?

—Eso es imposible. ¿Por qué lo sabría? Ni siquiera tiene enemigos.

—Que sepamos. —respondió Damaris—. Seyn jamás nos contaba nada, ¿recuerdas? A pesar de ser sus como sus hermanos, había cosas que él no nos contaba.

—Y era lo suficientemente estúpido como para ponerse en peligro solo y no querer preocuparnos. —Castien suspiró, y se sentó, masajeando sus sienes.

—¿Y si a Seyn lo estaban amenazando y no nos dimos cuenta?

—¿Pero quién haría algo así? No se me ocurre nadie que quisiera hacerle daño.

—Y tal vez nunca lo sabremos. —Damaris se sentó también, e hizo una mueca al sentir aquel agudo dolor en su cabeza.

—¿Dam? —miró a Castien, con la vista un poco borrosa—. ¿Estás bien?

—Hace días que tengo dolores de cabeza muy fuertes.

—¿Has ido al médico?

—No es necesario. Solo duran un par de segundos.

—Pero eso no es normal...

—Iré después de terminar nuestros asuntos con Banya. —aseguró Damaris—. Por cierto, ¿los carruajes están listos para viajar a Cot?

—Voy a arrastrarte yo mismo a ver al médico. —amenazó, pero luego suspiró—. Sí. —contestó, a su pregunta, enrollando los pergaminos—. Partiremos a la mañana.

Damaris asintió, jugando con sus dedos.

Levantó su mirada hacia el broche en la mesa. Había sido colocado de nuevo en su caja, y permanecía en su estudio junto a ellos.

No había tenido el valor de visitar la tumba de Seyn, pero solía pasar su corto tiempo libre en su habitación. Luego regresaba a su estudio, y volvía a analizar lo que tenían, lo cual no era mucho.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now