CAPÍTULO XIII

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Damaris miró el informe sobre su escritorio.

Sus ojos se posaban sobre las palabras, sin realmente leer lo que estaba escrito.

Su mente regresaba una y otra vez a la conversación del otro día.

Sin duda alguna lo que estaba planeando Lord Aren era una locura sin precedentes, y que Castien lo aceptara tan mansamente era, aunque no sorprendente, sí triste.

Se preguntó si tenía que hacer algo al respecto, pero descartó el pensamiento al segundo.

Haría lo posible para que Lord Aren no arruinara la vida de su amigo, y de alguna manera, lo lograría, pero no pensaría en ello hasta que lo necesitase. Mientras tanto, estaría al lado de Castien por si la necesitaba, y en su caso, solía necesitar mucho de ella y Seyn.

Seyn.

Su segunda distracción de la semana.

Escuchar a Seyn hablar sobre el regalo del príncipe Bastian le recordaba, otra vez, que no podía hacer nada para ayudarlo.

Seyn se preocupaba mucho por ella, así que era natural que no quisiera que hablara con el Rey al respecto, pero Damaris seguía creyendo que podría tratar de cuestionar su decisión.

—Yew. —llamó en voz alta al hada que había entrado anteriormente para dejarle bocadillos.

—¿Sí, Lady Damaris? —Damaris apartó la mirada del informe de Castien, y entrelazó sus dedos, inclinándose hacia adelante. Debía prestarle atención a aquel informe, pero conociéndose, no podría concentrarse si no se quitaba la duda de encima.

—Estaba pensando en la fiesta de cumpleaños del príncipe Bastian.

—¿Hay algún inconveniente? —preguntó, con voz suave.

—Bueno... Me da pena que Seyn no pueda ir con nosotros. ¿Crees que, si hablo con el Rey, podría reconsiderar su decisión?

Yew la observó en silencio por un minuto entero, y luego se inclinó sobre el carrito con bocadillos.

—Sabe muy bien como yo, que cuando el Rey toma una decisión, no va a deshacerla —respondió Yew, sirviendo el té.

—O sea, sí, pero... Solo es un permiso para ir a una fiesta. Yo estaré ahí, y él también lo estará.

—Sabe lo sobreprotector que es Su Majestad con el príncipe Seyn, mi lady.

—Aunque digas eso, yo creo que...

—Lady Damaris —la interrumpió, con un tono que la hizo saltar en su sitio—, usted respeta al Rey, ¿no es así?

Damaris abrió la boca para contestar, luego la cerró.

—Por supuesto que sí. —dijo, finalmente.

—Respeta al Rey y por ende respeta su palabra. ¿No cree que lo más sensato es no cuestionarlo?

Damaris se quedó en silencio ante la reacción de Yew. No pudo hacer nada por unos segundos, hasta que al fin asintió.

—Sí, supongo que tienes razón. —carraspeó.

Yew solo asintió, y se retiró sin más del lugar.

No importaba la edad que tuviese, Damaris seguiría temiendo la dureza de Yew.

No conocía mucho sobre el pasado del hada, pero sabía que había ido a la guerra hacía mucho tiempo, para después convertirse en doncella de la Reina Consorte Ginet.

Según le contó cuando era una niña, apenas logró salir con vida cuando los guerreros banya atacaron el palacio de verano en Cot.

El Rey la había mantenido a su lado hasta que llegó a Damaris, y le encargó a Yew que le enseñara todo lo que debía de saber como hija adoptiva del monarca de Rariot.

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