CAPÍTULO XXXVI

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La puerta del apartamento se abrió, revelando a un joven castaño, bastante sorprendido.

Se lanzó hacia delante, rodeando al chico con sus brazos, abrazándolo con fuerza.

—Lo lamento tanto. Perdóname por llegar tan tarde. —se disculpó, con el corazón en la garganta.

Ryla Wish era una mujer bastante ocupada. Todos lo sabían. Sin embargo, eso no excusaba el no haber estado presente en el último mes y medio.

—Ryla, estoy bien. —el chico se separó de ella lentamente, y le sonrió, con suavidad, pero Ryla no era estúpida.

—No me mientas, Ian. Jesucristo, no sabes lo mal que me siento. No tenía idea de nada de lo que estaba ocurriendo.

—Sé que estás ocupada, no pasa nada.

—No trates de justificar mis acciones. Soy un ser humano horrible. ¿Estás bien? ¿Cómo te has sentido?

Ian soltó una suave risilla, y se hizo a un lado.

—¿Qué tal si pasas en lugar de conversar aquí?

Ryla se inclinó para recoger la pequeña caja con un postre que había comprado específicamente para él.

—No sabía que era mi cumpleaños. —bromeó Ian, cerrando la puerta cuando ella entró.

—Es un pastel de disculpa por ser el ser humano más horrible de todo el mundo. No tenía ni idea de lo que había ocurrido.

Ella se hubiera enterado de la desaparición de Ian si tan solo hubiera viajado a Londrard al menos una vez en las últimas semanas, pero había estado tan ocupada con Seyn y los demás, que solo pudo tomar un respiro aquella mañana.

Su teléfono se había muerto, así que cuando llegó a su apartamento, lo había puesto a cargar. Cuando se encendió, le habían llegado miles de llamadas de Phil, Ilana y Julius. También creía haber visto el número de Mikhael en su buzón.

Su preocupación se había disparado en ese instante, así que se había comunicado con Phil, quien le había informado que Ian estaba devuelta en casa, sano y salvo.

Ryla Wish sentía que su descuido había llegado muy lejos esa vez.

—¿Qué has estado haciendo? —preguntó Ian, con curiosidad, entregándole una cuchara que había ido a ver a la cocina.

—Dios, Ian, no deberías preguntarme eso. Yo debería preguntártelo a ti. ¿Cómo has estado?

—Bueno... —él se acomodó en su lugar, pensando—... cuando volví, tuve que enfrentarme a mis papás y a la policía. Fue bastante difícil, pero hace un par de semanas decidí regresar a la universidad e ir a terapia. Poco a poco creo que estoy volviendo a sentirme seguro fuera de mi casa. —le sonrió, y se llevó un pedazo de pastel a la boca.

—Phil me contó más o menos lo que pasó. ¿No saliste herido?

Ian soltó una risilla, como si la pregunta le hubiera parecido graciosa.

—No.

—Eso es un alivio. —dijo, mucho más tranquila—. ¿Tus papás siguen por aquí?

—No, de hecho, se fueron la semana pasada. Vendrán a visitarme el fin de semana para asegurarse de que sigo vivo. —se rio.

Ryla asintió, observando el apartamento con atención, de repente recordando un detalle que Ian le había mencionado meses atrás.

—Por cierto, ¿y tu roomie? Hace tiempo que me hablaste de él, pero nunca pude conocerlo. ¿Él está por aquí? —la expresión de Ian se apagó por un momento al escucharla, lo que extrañó a Ryla, pues eso era impropio del joven.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora