CAPÍTULO XXXII

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Damaris levantó con cansancio la falda de su vestido.

Se odiaba. Nunca se había odiado tanto como en el momento en que se dio cuenta que había tomado una decisión tan estúpida.

Miró su vestido con rabia, pero ni siquiera tenía la fuerza para desgarrarlo más de lo que ya estaba.

¿A quién se le ocurriría que era una buena idea irse caminando desde un lugar como Cot hasta Del? ¿Quería matarse?

Quería ser positiva y se decía a sí misma que el viaje a solas por la carretera sería un momento muy instructivo para ella. Eso le había dicho a Seyn, al menos.

¿Quién le mandaba a ser tan terca? Definitivamente los dioses se debían estar riendo de ella.

Todos le habían advertido que el viaje sería agotador, pero ella quería ser lo más convincente posible.

Se odiaba por eso.

El sol se estaba alzando por el horizonte, y su calor solo hacía lloriquear más a Damaris, quien solo deseaba con todo su corazón un baño y su cama.

Suspiró, recordando la fresca y relajante noche que había pasado con Loto en el otro lado.

Nunca había pensado que sería tan liberador ser una persona más en la sociedad.

Nadie la conocía. Nadie conocía sus crímenes. Nadie le echaba un segundo vistazo.

Damaris debía admitir que su corazón había deseado por un segundo quedarse allá, pero se bajó de la nube en cuanto pudo.

No podía olvidar cuál era su lugar.

Recordar lo que le esperaba al regresar a casa la había arrancado de aquella hermosa ilusión.

Aceleró el paso, sin darse cuenta, al reconocer la intersección en la que se encontraba.

Su mente todavía estaba acomodándose con sus recuerdos desbloqueados, la información recibida y los planes que pondría en acción tan pronto como no se sintiera muerta en vida.

Como no podía destruir a Dreklai todavía, y definitivamente no podía arrancarle la lengua a Yew, solo podía pensar en cómo lograría encontrar a Deb.

Eran hermanos. Él había sido una copia exacta de ella cuando eran niños. ¿Los mellizos no podían cambiar tanto en la adultez, o sí?

Bufó.

Definitivamente no sería tan fácil. Había miles de millones de personas a lo largo del continente, y Kyls era un viejo con largas y asquerosas garras que tenía contactos por todos lados.

Era como buscar una aguja en un pajar, pero no podía desalentarse.

Si quería vengar a sus padres, disculparse por su comportamiento y otorgarles un entierro digno, definitivamente comenzaría por buscar a su hermano menor.

Pero entonces, ¿cómo lo haría? Visitar a ese asqueroso viejo horripilante sería demasiado sospechoso.

Se detuvo por un segundo, frustrada, y levantó la mirada.

Soltó un sollozo aliviado, al ver la entrada de la ciudad, así que se apresuró a cruzar las puertas de Del.

Sus piernas flaquearon al establecerse en medio del centro, y cayó de rodillas, sin poder soportarlo más.

Lo había logrado. Por una jodida que había logrado llegar a Del en una pieza.

Jadeando, trató de mantenerse consciente, pero estaba claro que no estaba haciendo un gran trabajo, porque no se había dado cuenta que la había estado sacudiendo ligeramente desde hacía un tiempo.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now