CAPÍTULO XXIII

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—Esta mañana estuve hablando con el tesorero real —decía Castien, escribiendo algo en un pergamino—, me dijo que ahora que hemos firmado el tratado de paz, nuestra economía ha mejorado considerablemente. —él levantó su mirada hacia ella, y se enderezó—. No estás escuchando... ni trabajando. —añadió lo último, cuando Damaris abrió la boca para defenderse.

—Está bien, sí. Tienes razón. Es solo que no dejo de pensar en el desastre que fue el último baile.

—No volverá a pasar algo como eso.

—¿Y tú como estás tan seguro?

—¿Estás bromeando? Hemos triplicado la seguridad para esta noche. Llevamos semanas creando esta estrategia. Solo un idiota haría un movimiento en nuestra contra hoy.

—¿Eso no fue lo que dijimos en el cumpleaños de Seyn?

—En el cumpleaños de Seyn no teníamos a 3 guardias en cada uno de los puntos de seguridad, Dam. Tal vez la gente se sienta un poco incómoda con los guardias alrededor, pero será un bien necesario.

—Ojalá estés en lo cierto. —se removió en su sitio, y no añadió nada más.

—¿Hay algo más que quieras decirme? —Castien enarcó una ceja, ante su comportamiento.

—Creo que visitaré la tumba de Seyn.

Castien tomó su mano, y le dio un ligero apretón.

—Si quieres, puedo acompañarte.

—No es necesario. —rechazó—. Estaré bien. Esto es más importante. —se levantó, y acomodó la ropa.

—Entonces ve, yo me encargo de esto.

—Gracias, Cas.

Salió de su estudio, y se sorprendió un poco al ver que Mer no era quien custodiaba su puerta.

Ella le sonrió a Collin, y emprendió su camino.

Saludó a los criados que se encontraba por los pasillos, y ellos solo bajaron la cabeza, al verla.

Apretó los labios en una línea.

Damaris ya se había dado cuenta que la manera en que los demás la estaban tratando era distinta.

Sí, tal vez el perder a Seyn había sido algo que no estaba sobrellevando del todo bien, pero no le gustaba que la trataran como si fuera a romperse.

Todos hacían un excelente trabajo actuando como si el príncipe heredero jamás hubiera existido. Dentro de los muros del Palacio, nadie hablaba de Seyn, pero fuera, las personas le preguntaban sobre el estado de su príncipe.

Habían planificado anunciar su fallecimiento dentro de un par de días, y no estaba deseosa de ver la reacción de los ciudadanos, quienes siempre habían adorado a Seyn.

Se detuvo frente a las puertas del panteón real. Según había leído, estaba lejos del Palacio, ya que habían considerado espeluznante pasar las noches a un lado de los muertos, pero todavía estaba considerablemente cerca si se iba en caballo.

Se bajó de Samir, y acarició su cabeza por un momento.

Suspiró, y volteó hacia Collin, quien la había acompañado.

—No es necesario que entres. Solo será un momento. —Collin asintió, mirando entristecido el panteón. Damaris no era buena con las palabras, así que solo pudo alejarse de él, para abrir las puertas.

Caminó despacio, observando las tumbas de la familia real.

Habían enterrado a Seyn junto a la Reina Ginet, así que sabía a dónde ir.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now