CAPÍTULO XV

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—Damaris, querida. —se congeló, al escuchar al Rey detrás de ella.

—Mi Señor. —dijo, una vez lo encaró, e hizo una reverencia.

—¿Sabes dónde está mi hijo? Creí que se despediría.

Damaris volteó a ver a Castien, quien la miró a ella. Su amigo asintió desde la lejanía, por lo que tragó saliva.

—Esta mañana me informaron que salió. Al parecer tenía asuntos fuera del palacio, por lo que no podría afirmar que llegará a tiempo para despedirse.

El Rey solo se quedó en silencio un momento, y apretó los labios, molesto, sin embargo, no dijo nada y soltó un suspiro, decepcionado.

—Ojalá Seyn fuera como tú, Damaris. —ella frunció el ceño—. Debe seguir enojado conmigo por no dejarlo venir a Dria con nosotros.

Damaris unió los labios en una fina línea.

Tal vez si no la hubieran detenido, Seyn hubiera podido ir con ellos.

—Seyn no está enojado, Mi Señor. Me dijo que lo entendía, y le creo.

—Tal vez eso creas tú, querida, pero no le agrado mucho a mi hijo, así que sé que no le gustan mis decisiones. —dijo, con un aire de tristeza—. Ojalá algún día entienda que lo hago para protegerlo. —le mostró una triste sonrisa, y se alejó de ella, en camino a la nave.

Damaris se quedó en su sitio, observando a la figura del Rey hablar con el capitán del barco.

Frunció el ceño.

Si bien era cierto que el Rey no era la persona favorita de Seyn, no significaba que su amigo sintiera alguna especie de animosidad hacia su padre... o al menos no fuera de lo normal.

Seyn había adorado al Rey cuando era un niño. Era de conocimiento general que lo veía como su héroe, pero después de la muerte de la Reina Ginet, su relación fue en picada. Seyn siempre lo había culpado por la muerte de su madre, y al Rey le habían dolido mucho aquellas acusaciones, por lo que la brecha entre ellos, junto a las restricciones que le pusieron a su amigo, crecieron.

—Dam —volteó a ver a Castien, quien parecía fastidiado por alguna discusión con su padre—, debemos abordar ahora.

—¿Escuchaste lo que dijo? —preguntó, ignorando lo que había dicho.

—Sí, más o menos. —masajeó sus sienes, todavía un poco frustrado.

—¿Por qué diría algo así? —volteó a ver al Rey, que se despedía de su gente con una sonrisa brillante.

Castien miró en dirección al monarca.

—Porque no es ciego, ¿tal vez? —se encogió de hombros.

—O sea sí, pero... No lo sé, sé que todos los padres tienen sus fallas, pero hace lo posible para que Seyn esté bien. Él no es tan inmaduro como para no darse cuenta... ¿o sí?

—A Seyn no le gusta que le prohíban las cosas. —ambos voltearon a ver a Diev, quien se acercaba, con una sonrisa. Tenía una pequeña valija en una mano, y sosteniendo su sombrero en la otra—. No es de sorprender que Seyn guarde sus distancias con el Rey. Además, ¿quién no guarda distancia con sus padres estos días?

—Bueno, ellos guardaron su distancia y no pude opinar al respecto. —dijo Damaris, secamente.

Cas colocó un brazo sobre sus hombros, y la estrechó contra sí.

—Ellos se pierden la maravillosa hija que eres. —respondió su amigo, y ella solo sonrió.

—¿Tú mantienes tus distancias con tus padres, Diev? —preguntó Damaris, con curiosidad—. Nunca he visto que los visites.

El Villano de Nuestra HistoriaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang