CAPÍTULO XXLVI

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—Mi querida esposa, ¿por qué te ves tan ansiosa? —preguntó Ther, deslizando una mano alrededor de su cintura, para luego besar la comisura de sus labios.

—Estamos en público. —siseó Damaris, apartándose.

—¿Y qué? Soy el rey de un país. No me dirán nada.

—Es porque eres el rey de un país que debes comportarte. —Damaris le dio un golpecito en el brazo, y luego suspiró—. No es nada, solo que no sé si Vlad vino a la coronación. Estaba pensando en visitarlo mañana. ¿Debería ir a buscarlo?

—De seguro está aquí, pero hay mucha gente, así que nos tomaría un rato encontrarlo. ¿Qué tal si bailamos un poco?

—Ther, sabes que soy terrible para los bailes de Dria.

—Tal vez yo pueda ayudar. —Damaris se congeló por un segundo, y al voltear, se encontró con la suave sonrisa de su hermano—. Son difíciles de encontrar.

—Vlad. —Damaris se acercó, para rodearlo con sus brazos.

—Quise buscarlos antes, pero estaba ocupado. ¿Cómo les fue en el viaje? —preguntó su hermano, después de saludar a Ther.

—Pacífico. —contestaron al unísono, lo que hizo reír a Vlad.

—Me enteré de su compromiso. Felicidades.

Damaris sintió la calidez invadir su corazón, mientras le agradecía a su hermano. Aquella calidez le dio el valor de tomar la iniciativa.

—¿Dijiste que me ayudarías con el baile? —preguntó Damaris, sonriente, extendiendo una mano hacia Vlad.

—Si no hay ningún problema, te enseñaré algunos pasos. —su hermano aceptó su mano, y ambos voltearon a ver a Ther, quien hurgaba en la mesa de bocadillos.

Al darse cuenta de que estaba siendo observado por los mellizos, Ther se metió una galleta a la boca, mirándolos extrañados.

—¿Qué esperan de mí? ¿Una autorización? No soy un carcelero. Mi querida esposa puede ir a divertirse como quiera y no tiene que andarme diciendo nada. Vayan, vayan. —los ahuyentó, sacándoles unas risitas a los hermanos, que se alejaron de él para acercarse a la pista.

Una vez se colocaron en posición, Damaris apoyó su cabeza en el hombro de su hermano, mientras él la guiaba en la suave melodía.

—Esto es raro. —dijo él, en voz baja, varios minutos después de haber comenzado con la pieza—. Todos nos están mirando.

—Es la belleza que nos cargamos. —contestó, adormilada y sin poder evitarlo.

Damaris levantó al cabeza de un golpe, y se sonrojó, avergonzada, pero Vlad se rio ante su respuesta.

—Estoy seguro de que es por eso, y porque somos iguales.

—Bueno, no me sorprende. En Dria no conocen mucho de lo que pasa en Rariot.

—Es cuestión de tiempo para que el chisme se esparza.

—Popular, ¿eh? —Damaris bromeó.

—Aunque no lo creas, sí.

—Pero no le haces caso a nadie. —supuso Damaris, a lo que Vlad carraspeó.

—Decisión propia, por supuesto.

—Me gustaría saber esa historia, pero por ahora, me conformaré con que salgamos de aquí. No me gusta que me miren como si fuera animal en exhibición.

—Oh, ¿quieres saludar a los chicos? Están por aquí.

—Sí, me encantaría. —contestó Damaris, sonriente por la consideración de su hermano.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now