CAPÍTULO XXXV

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—Es una locura. —Mik soltó una risilla, echándose hacia atrás.

—Lo sé.

—¿Cómo entraremos a la oficina del tío Zaid? —preguntó Seyn, ocasionando que todas las miradas vayan a él—. ¿Cómo entrarán a la oficina del tío Zaid? —se corrigió.

—Ese imbécil es muy precavido. Solo alguien con su sangre debería poder entrar. —dijo Lastair, con un rostro sombrío.

—Yo tengo la sangre de mi madre. —dijo Seyn, encogiéndose de hombros—. ¿No deberíamos intentarlo?

—No creo que sea así te fácil. —dijo Damaris, rascando su nuca—. No lucía como si cualquiera con su sangre pudiera entrar. Esa barrera fue la muestra de ello.

—Entonces debe ser alguien al que se lo pueda reconocer como Zaid Aren. —dijo Mer, a un lado de Seyn, con el rostro bastante serio.

Lastair suspiró, sacudiendo su cabeza.

—Dejemos esto hasta aquí. Si se nos ocurre algo más, volveremos a reunirnos. Vamos, Damaris. —se levantó del suelo, y extendió una mano hacia ella.

Mer se levantó junto con ellos, y abrió un portal, para desaparecer en él sin decir nada más.

—Iré a ver si Dreklai tiene algo de utilidad para nosotros. —anunció Mik, abriendo una de las tantas puertas entre pasadizos, desapareciendo en la oscuridad.

—Nosotros nos quedaremos aquí por si necesitan algo más tarde. —dijo Loto, con una suave sonrisa en los labios.

—Gracias. —respondió Damaris, y se despidió de ellos, antes de seguir a Lastair por la puerta por la que habían entrado.

Después de lo que había visto en la casa de Castien, habían hecho una reunión de improvisto en la pequeña salita que podían encontrar en los pasadizos del palacio.

Damaris se acercó más a Lastair, sin poder ver nada más que oscuridad.

Una mano se deslizó entre la suya, y luego la luz emergió en el sitio.

—¿Todo bien? —Lastair sonrió, una de sus manos sostenía la suya, y la otra había encendido una pequeña piedra de luz.

Damaris sintió sonrojarse, y aunque quiso soltar la mano de Lastair, él no lo permitió, así que no luchó, bastante cómoda con ello.

—Hay algo que no les conté.

—¿Y es importante?

—No quería que ellos lo supieran. —Lastair detuvo su caminar, y la miró extrañado.

—¿Qué ocurre?

—La razón por la que me invitaron a almorzar.

—¿Sí...?

—La madre de Castien quería convencerme de que era un buen candidato para casarme.

—¿Qué? —frunció el ceño, confundido.

—Eh... no le agrada la idea de que Lord Aren quiera emparejar a su hijo con un príncipe banya.

—¿Y qué pasó? ¿Qué dijiste?

—Obviamente no acepté algo así. Me da asco solo de pensarlo —se estremeció—, pero...

—¿Pero?

—Como... que le dije que estabas cortejándome. —dijo, en voz baja, evitando su mirada.

Todo se quedó en silencio por un par de segundos, hasta que escuchó una risita, que luego se convirtió en una carcajada muy fuerte.

El Villano de Nuestra HistoriaWhere stories live. Discover now