CAPITULO 9

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¿Y es una cabeza eso que llevas sobre los hombros? ¡Condenada vigota!

    ROBERT LOUIS STEVENSON,
La isla del tesoro

    Camila contempló satisfecha su obra, el bonsái no era perfecto, pero al menos seguía vivo y se asemejaba a una pequeña higuera.

Lo apartó a un lado y tomó con cuidado el pequeño pino que se empeñaba en crecer demasiado rápido. Entrecerró los ojos mientras se imaginaba la forma que quería darle, y luego empuñó las diminutas tijeras de podar.

    —Si lo cortas no crecerá.

    Levantó la mirada al escuchar la voz de Lauren. Estaba a escasos metros de ella, ya no llevaba el pijama, sino que vestía de calle, y su rostro se mostraba sereno, libre de pesadillas.

    —No debe crecer —replicó con una afable sonrisa en los labios.

    —Qué estupidez ¿Para qué quieres un árbol raquítico? —inquirió ella estrechando los ojos al reconocer la voz que le había leído la historia de piratas la tarde anterior.

    —No está raquítico. —Camila acarició con tristeza las hojas del reducido pino—. Es único, y ahí reside su belleza. Es perfecto en cada diminuta hoja y en cada torcida rama, en su tronco inclinado. No necesita alzarse erguido y tocar el cielo para ser hermoso —musitó las mismas palabras que le dijera el capitán cuando se lo regaló hacía casi un año.

    —Si tú lo dices... —Lauren la miró como si estuviera loca—. Yo prefiero un árbol con el tronco recto y grandes ramas que den buena sombra —señaló con desdén el arbolito, cuyo tronco se retorcía e inclinaba hasta casi tocar la mesa para luego ascender en ángulo recto.

    —Imagino que es cuestión de gustos. —Camila apretó los labios antes de seguir hablando—. A mí me gusta ver cómo, aunque esté a punto de caer, logra superar sus trabas y alzarse vencedor —afirmó mirándole desafiante.

    —Más le valdría morir que parecer un esperpento —sentenció Lauren incapaz de no decir la última palabra.

    Camila dio un respingo al escucharle. Bajó la cabeza para ocultarle los ojos con su largo flequillo y acarició con cariño el rugoso tronco del pino.

    —No deberías estar levantada, Doc dijo que debías guardar reposo —murmuró cortante.

    —Me importa un carajo lo que diga el matasanos —replicó airada. ¿Le estaba echando? Pues iba lista, ahora que había conseguido escapar de la prisión no pensaba regresar.

    —El capitán se enfadará si se entera de que no estás en tu cuarto —dijo sin levantar la mirada del tiesto.

    —¿Y quién va a decírselo? ¿Tú? —escupió provocadora.

    —No. Pero no deberías estar paseando, estás enferma —comentó cortando una ramita.

    —No estoy enferma —rechazó Lauren cruzándose de brazos molesta. ¿No pensaba mirarle a la cara? Eso habría que verlo—. Me niego a pasar todo el día en la cama, no soy un vago como los de tu clase —espetó arrogante.

    —¿Me estás llamando vaga? —No levantó la mirada del árbol.

    —No soy yo quien está podando las plantas sentada en una silla, en vez de arrodillada en el suelo como lo haría cualquier mujer —afirmó ofensiva. Camila se llevó ambas manos al pecho, herida—. No solo masacras el pobre pino, sino que además lo haces como si fueras una reina en su trono. Los ricachones sois capaces de cualquier cosa con tal de estar cómodos y no dar palo al agua.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now