CAPITULO 33

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Dos ideas que al par brotan, dos besos que a un tiempo estallan, dos ecos que se confunden, eso son nuestras dos almas.

    GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

    12 de agosto de 1916

    — El registro está falsificado y ni el más sagaz de los abogados podrá encontrar tacha en él. Solo resta que los testigos firmen la demanda. —Pastrana se estiró sobre una de las butacas del despacho de Biel, tendiéndole varios documentos—. Y, con respecto a Marc, he modificado el testamento, creo que esto es lo que querías.

    Biel asintió en silencio mientras leía los papeles.

    —¿Cuándo se lo vas a decir a Lauren? —inquirió Doc apagando su puro en el cenicero.

    —El lunes por la tarde, cuando todo quede registrado en el juzgado y ella no pueda hacer nada para cambiarlo.

    —¿Estás insinuando que no sabe nada? —murmuró Garriga mirándole perplejo.

    —Toda precaución es poca con Lauren, es terca como una mula y orgullosa como un Jauregui —explicó Enoc al banquero sin ocultar la diversión en su voz.

    —Me gustan las muchachas orgullosas —replicó Biel desplazando los documentos al borde de la mesa—. Señores...

    —Un banquero, un doctor, un juez y un antiguo oficial de barcos, buena panda de testigos has buscado, viejo —apuntó Pastrana cuando todos rubricaron los papeles—. Nadie se atreverá a poner en duda a Lauren.

    —Por cierto, ¿dónde está tu nieta? No la he visto en el salón con el resto de petimetres —comentó Garriga.

    —Lleva todo el día escondida, nerviosa como una marinera que pisa cubierta por primera vez —gruñó Biel guardando la demanda—. Menos mal que a mi esposa se le ha ocurrido invitar a Anna a la fiesta, aunque esta se ha negado a pisar el salón. Imagino que a estas horas Lauren estará con ella en la cocina, recibiendo un merecido rapapolvo.

    —Haría bien en temer más sus regañinas que a los invitados —bromeó Doc. Conocía el fiero carácter de la anciana tras haberla tratado cada viernes.

    —Y tanto que sí. —Biel esbozó una taimada sonrisa—. Vayamos al salón, caballeros, los invitados estarán impacientes de conseguir nuevos rumores, y es nuestro deber ofrecérselos.

    —¿Has visto ya a Camila? —le preguntó Anna, sentadas ambas a la mesa de la cocina.

    —No —gruñó Lauren enfadada—. No me ha dejado, dice que quiere sorprenderme. Pero me he enterado por Adda que va a llevar un vestido de un tal Fortuny.

    —Sí, algo me ha comentado la señora Sinuhe, un Delphos.

    —¿Sabes cómo es? —inquirió interesada.

    —Sí, pero no te lo voy a decir. Si Camila quiere darte una sorpresa, no voy a ser yo quien se la estropee. Si quieres saber lo hermosa que está, tendrás que echarle valor e ir al salón.

    —No entiendo por qué tengo que asistir a la fiesta —masculló Lauren tirando de la corbata por enésima vez esa tarde.

    —Estate quieta, estás destrozando el nudo —le regañó Anna golpeándole con los nudillos.

    —Me aprieta, no puedo respirar.

    —No te aprieta, son las agallas que te faltan. Cualquiera diría que crie a una cobarde.

    —No soy una cobarde, es solo que no sé por qué tengo que ir a esa estúpida fiesta — rezongó Lauren metiendo las manos en los bolsillos para no llevárselas al cuello y quitarse la maldita soga que le estaba asfixiando.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now