CAPITULO 34

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Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir.

    MIGUEL DE UNAMUNO

    Enoc rebuscó en los bolsillos de Marc la llave del apartamento y, tras entrar en este, ayudó a su antiguo amigo a llegar hasta la cama. Observó durante un instante su rostro amoratado y se dirigió al aseo. No cabía duda de que la nieta del capitán golpeaba con fuerza cuando algo le enfurecía, y que Marc besara a la que consideraba su novia le había enfurecido bastante. Solo había sido cuestión de suerte que no le rompiera la nariz. De suerte, o de la rapidez con la que Camila había comenzado a gritar, alertándoles. Vertió agua timolada en un recipiente y se hizo con unos cuantos paños antes de regresar al dormitorio. Marc continuaba en la cama, mirando el techo con ojos vacíos, ni siquiera se había preocupado en desvestirse. Enoc le quitó los zapatos y la chaqueta y comenzó a limpiar la sangre que manchaba su cara con cuidadoso esmero.

    —Todo está perdido, Enoc. He visto como el viejo ha mirado a Lauren... ya ha decidido quién será su heredero, y no voy a ser yo —balbució Marc cerrando los ojos, vencido por el desaliento—. Casi me alegro, estoy harto de vivir amargado, de fingir que me siento atraído por quien no me atrae, de convertirme en otro hombre cuando piso tierra. Tenías razón. Aborrezco el monstruo en el que me he convertido. —Abrió los ojos, centrándolos en la curtida faz de su antiguo oficial—. Pero no me pidas que sonría. He pasado toda mi vida trabajando para la naviera y ahora voy a ser dejado de lado por culpa de una mocosa.

    —Nadie te va a dejar de lado, Marc —le aclaró Enoc pasándole el paño por la frente con delicada ternura.

    —La bastarda asumirá el mando de la compañía. Capitaneará el mejor de los barcos Jauregui. El Luz del Alba, ¡mi barco!

    —A Lauren no le interesan los barcos. Ni el mar. De hecho, no creo que haya nada que pueda alejarle de la ciudad... de Camila.

    —El viejo se las apañó para que embarcara en el Tierra Umbría y se pusiera bajo la tutela del ingeniero Martí —refutó observando a Enoc con los ojos entornados mientras este le aseaba con húmedas caricias.

    —Sí, porque a Lauren le fascinan los motores. De la clase que sean: barcos, coches, fuentes... Tecnología, motores y Camila. Eso es lo único que le interesa. No te quitará tu barco, Marc —afirmó mirándole compasivo—. Tanta ira, tanto rencor, por nada. Sí, es la heredera —confirmó al fin—, pero no le interesan las rutas marítimas ni los cargamentos, y el capitán lo sabe —se detuvo negando con la cabeza—. No debería decírtelo, pero me duele verte derrotado. Cuando el capitán falte las acciones de la naviera serán divididas en dos paquetes iguales, uno para Lauren y otro para ti, pero tú serás quien la dirija. Es la única condición que impondrá en su testamento, y no creo que a Lauren le importe. Como te digo, no le interesan los barcos, solo las máquinas. Y, además de la casa y su parte de la compañía, Lauren va a heredar un enorme y moderno taller donde podrá jugar a inventar todos los motores que quiera —dijo levantándose de la cama—. Descansa, amigo mío, mañana será un día complicado.

    —Enoc... No te vayas. Quédate esta noche. Amanece conmigo.

    —¿Por qué lo ha hecho? —preguntó Lauren al terminar de leer el testamento.

    —Porque eres mi heredera.

    —Pero... ¿Por qué lo soy? ¿Por qué me ha legitimado?

    —Porque así lo he decidido —aseveró Biel zanjando la cuestión.

    —Entiendo. Antes ha dicho que —tragó saliva—, que está esperando a que su heredero ponga en marcha el taller...

    —Así es.

Amanecer Contigo, Camren G'PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora