CAPITULO 16

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Las mentiras más crueles son dichas en silencio.

    ROBERT LOUIS STEVENSON

    30 de abril de 1916

 —...Marcel me dejó el dinero para el tratamiento, pero no he tenido que devolvérselo, lo hizo el capitán. Te lo juro, Anna, no le debo nada —masculló Lauren cada vez más nerviosa.

    Isembard se giró al escuchar la furiosa protesta, y no fue el único. Camila, frente a él en la galería interior, también miró hacia el despacho confusa, olvidando por un momento su labor de vigilancia, aunque la retomó al instante. No así Isembard.

    Hacía poco que habían terminado de comer y, tal y como tenían por costumbre, el capitán y el señor Abad se habían retirado a la sala de fumar para tomarse un café y disfrutar de su adicción al tabaco, y allí permanecerían hasta la llegada de Addaia.

Sinuhe, en lugar de reunirse con Camila hasta la llegada de la enfermera, se había disculpado para ir a su alcoba con la intención de recuperarse de un fuerte dolor de cabeza. Y Camila, Lauren y él mismo, habían aprovechado la coyuntura para colarse subrepticiamente en el despacho del capitán. No fue algo premeditado, pero sí necesario. Al menos en parte.

    Lauren llevaba toda la semana mostrándose en extremo nerviosa, y los últimos días también en exceso susceptible.

Camila la achacaba a su preocupación por Anna. Ella no estaba tan segura. No dudaba de que estuviera angustiada por su enigmática amiga, pero no era solo eso lo que le pasaba, la inquietud que sufría era de otro tipo. Uno más... carnal, que aumentaba con cada momento que pasaba en el gabinete de Camila. Y lo más divertido de todo era que Lauren no parecía ser consciente de ello. No podía despegar la mirada de ella cuando estaban juntas, la buscaba a través de las ventanas del estudio cuando estaban separadas, aprovechaba cualquier oportunidad para tocarla... y se frustraba cuando ella no le dejaba. Sonrió risueña ante ese pensamiento. No cabía duda de que estaban hechas la uno para la otro, eran igual de tercas. Capaces de enfrentarse a cualquier situación, por dura que fuera, excepto a aquellas que pensaban que les ponían en evidencia delante de la otra; para Lauren su incapacidad de leer correctamente; para Camila la suya de mantenerse en pie sujeta a las barras paralelas. Y la frustración derivada de ambas situaciones era lo que estaba provocando que su díscola estudiante, de común rebelde y batalladora, se mostrara aún más insolente e inquieta. Y Camila no le iba a la zaga.

    Se atrevería a apostar su sueldo de maestro a que Lauren esperaba con impaciencia esa media hora en la que se reunían en el gabinete con ella para, con la excusa de sujetarla e impedirle caer, abrazarla bien pegada a ella, saltándose todas las normas sociales. Y, como no lo conseguía, pues Camila se negaba a levantarse ante ella en la misma medida que ella se negaba a leer ante ella, acababan enfadadas. Y susceptibles. Y nerviosas.

    No. Lauren no solo estaba irritable por su preocupación hacia Anna, había muchas más circunstancias a tener en cuenta.

Aunque esperaba fervientemente que la tertulia telefónica con su amiga calmara un poco los ánimos.

    Volvió a apoyar la espalda en el dintel de la puerta del despacho, sin dejar de observar con atención el salón de la planta inferior, y disimuladamente prestó oídos a la conversación que tenía lugar en el interior de la estancia.

    Lauren estaba sentada en el suelo, con el teléfono sobre las piernas y el auricular sujeto entre sus manos mientras susurraba, cada vez más nerviosa a su interlocutora. No cabía duda de que estaba siendo sometida a un interrogatorio exhaustivo. En los pocos minutos que llevaba allí ya había confesado que había mentido y que el trabajo que tenía no era otro que vivir en casa de su abuelo y seguir sus órdenes. También había salido a relucir varias veces el nombre de Marcel, y aunque Isembard no tenía ni idea de a quién podía referirse, por el tono que Lauren empleaba al hablar de él, le había quedado claro, al igual que a Camila, que no era buena compañía y que a Anna le molestaba en exceso que se juntara con ella.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now