CAPITULO 21

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Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; / por un beso... yo no sé / qué te diera por un beso.

    GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

    3 de junio de 1916

    —... de los barcos a vapor se asienta en una turbina compuesta, que se cruza con el vapor de dos calderas —explicó Isembard, de cara a la pizarra, mientras dibujaba en esta un motor a vapor y otro a combustión—. Por el contrario, los buques a motor cuentan con... —detuvo su exposición al percatarse de que su alumna no le estaba prestando la más mínima atención. Le llamó, sin obtener respuesta alguna, y acto seguido sonrió ladino.

  Lauren estaba preocupada por algo, y creía saber qué era. Se acercó sigiloso, observándole divertido. La muchacha estaba girada en la silla, absorta por completo en lo que ocurría más allá de los enormes ventanales.

    En el jardín, Marc empujaba la silla de ruedas de Camila. El rostro de la muchacha estaba serio, casi podría decirse que aburrido, a la vez que atendía con educada falta de curiosidad la conversación que Marc parecía mantener exclusivamente consigo mismo.

    Y mientras la pareja recorría el jardín, Lauren apretaba la mandíbula con fuerza desmedida. De hecho, Isembard casi podría jurar que escuchaba el rechinar de sus dientes.

    —Lauren...

    —Míralos —siseó levantándose para colocarse frente a la ventana—, pasean por el jardín como si fueran dos malditos tortolitos.

    —A mí me parecen dos amigos charlando amistosamente —musitó Isembard acercándose para mirar.

    —No sabe empujarla, está machacando todas las flores a su paso. Y no esquiva los hoyos. ¿No se da cuenta de que cada bache supone un golpe en su espalda? ¡La trata como si empujara una carretilla en vez de la silla de Camila! —exclamó golpeando el cristal.

    —No creo que lo haga a propósito —le restó importancia Isembard, aunque lo cierto era que Marc era poco cuidadoso, y que parecía más molesto que jubiloso con el paseo.

    —Ayer por la noche fueron al teatro y hoy, en vez de dejarla descansar, ha venido a desayunar y ahora ¡está paseando con ella! —masculló Lauren indignada.

    —Ir al teatro no es una actividad en exceso agotadora.

    —Camila trasnochó demasiado. No debería salir hasta tan tarde, es peligroso —protestó exasperada. Por culpa del puñetero teatro Camila había regresado tardísimo y apenas si habían podido hablar por la noche.

    —Estaba bien acompañada por Marc, no corría riesgo alguno —indicó Isembard con un deje de burla en su voz.

    —Por supuesto que lo corría. El riesgo de fallecer de aburrimiento —siseó enfurruñada—. Mírale... no la trata como se merece —afirmó golpeando el cristal con la palma de la mano.

    —No veo que Marc esté haciendo nada inadecuado. —Isembard observó a la pareja.

Se limitaban a pasear, o más bien, Marc empujaba y Camila ocultaba sus bostezos tras el abanico.

    —¡Eso es porque estás ciego! ¿De verdad no lo ves? No se molesta en ponerse frente a ella para hablar, lo hace a su espalda, como si no mereciera la pena detener el paseo para conversar con Camila cara a cara.

    —Bueno, tú tampoco lo haces siempre —replicó Isembard, percatándose por primera vez del motivo por el que Lauren se detenía tan a menudo cuando paseaba con Camila. Y no pudo por menos que mirarle con mayor respeto.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now