CAPITULO 19

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Con el submarino ya no habrá más batallas navales, y como se seguirán inventando instrumentos de guerra cada vez más perfeccionados y terroríficos, la guerra misma será imposible.

    JULIO VERNE

    15 de mayo de 1916

    —¿Qué he hecho? —musitó Lauren angustiada, observando el rostro dormido de Camila.

    Había despertado con los primeros rayos de sol, abrazada a la suave placidez de la muchacha, su frente acariciada por los sedosos rizos que conformaban el alborotado cabello de la joven y sus piernas enredadas en las de ella. Y desde entonces estaba mirándola embelesada. Y aterrada.

    ¿Cuánto había desvelado? ¿Todo?
    ¿Le miraría asqueada cuando despertara?

    Ahogó un sollozo a la vez que se obligaba        a recapacitar.

    Si hubiera hablado más de la cuenta, ella no se habría quedado dormida a su lado.

    Tan plácida.
    Tan etérea y a la vez real.
    Tan perfecta.
    Acarició con la frente los suaves rizos de su corta melena.
    ¿Cómo iba a poder mirarla a la cara cuando despertara?
    ¿Cómo iba a enfrentarse a sus preguntas?
    ¿Cómo iba a explicarle lo que no podía explicarse?

    Apretó los labios y la abrazó con fuerza.

Puede que fuera la última vez que se lo permitiera.

    —Lauren...

    Escuchó su susurro. Sintió sus delicados dedos acariciándole el rostro. La suave ondulación de sus pechos en cada respiración.

    —Lauren... —volvió a llamarle—. ¿Estás bien?

    —Lo siento. Lo siento tanto —balbució ocultando el rostro en su cuello.

    —Lauren, mírame —le exigió colocando una mano bajo su barbilla y obligándole a levantar la cabeza.

    Ella cerró los ojos, hurtándole la mirada.

    —No te tenía por una cobarde —le increpó con voz severa.

    —Ya ves que sí lo soy —musitó mirándola al fin.

    Camila arqueó las cejas y una cálida sonrisa se dibujó en sus labios.

    —No. No lo eres. Terca, rebelde, irreflexiva, díscola... Eso sí. Pero no una cobarde —replicó haciéndole sonreír—. ¿Estás bien? —reiteró de nuevo, preocupada.

    —Sí. Ahora sí —murmuró, bajando la cabeza azorada. Ella le obligó a alzarla de nuevo—. Yo... Lo siento mucho.

    —¿Qué es lo que sientes? —inquirió fijando su clara mirada en la turbia de ella.

    —Todo. Siento haberte despertado.

    —No debes pedir perdón por algo de lo que no tienes culpa alguna —le regañó con afabilidad.

    —Siento haberte asustado —musitó ella contrita, ignorando su cariñoso reproche—. No... No debes tener en cuenta lo que digo cuando tengo pesadillas. Son solo eso, pesadillas. Aunque puedan parecer reales no lo son. Son solo pesadillas, nada más. Me dejan tan atontada que no sé ni lo que digo, pero nada es real. No debes hacer caso de lo que hago cuando las tengo —balbució nerviosa, mirándola amedrantada—. No son reales. Tienes que entender que...

    —Por supuesto que no lo son. Solo el miedo es real —susurró ella posando un dedo en sus labios para silenciarle—. No tienes que darme explicaciones, Lauren. No son necesarias —afirmó retirándole un mechón de pelo que le había caído sobre la frente.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now