CAPITULO 12

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Tenéis razón. Estaré más callado que una tumba.

    ROBERT LOUIS STEVENSON,
La isla del tesoro

    14 de abril de 1916. Antes del amanecer.

    —¿Te han dicho alguna vez que eres una niña muy guapa?

    Sabe que no es una pregunta.
    Sabe que si le atrapa le hará daño.
    Sabe que tiene que escapar.
    Corre.
    Como si su vida dependiera de ello.
    Corre.
    Hasta que sus pulmones arden.
    Hasta que llega al puerto.
    Hasta que se hunde en el mar.
    A salvo. Y entonces la ve.
    Anna. En la playa.
    Sangre en su boca. En sus manos. En su pecho.
    Nada hacia ella tan rápido como puede.
    Extiende la mano. Casi puede tocarla.
    Ella se desvanece. Y entonces lo siente.
    Su fétido aliento en la nuca.
    Sus dedos tirándole del pelo.
    El hombre sin dientes la ha atrapado.
    Michael la mira y se ríe.
    Y Lauren se vuelve cuchillo en mano.

    Camila escuchó su gemido desgarrado, y contó hasta diez.

    Un sollozo ahogado, ella no despertaba.

    Se trasladó a la silla de ruedas, deseando estar equivocada y que esa fuera una de esas ocasiones en las que ella conseguía vencer la pesadilla sin su ayuda, pero, a tenor de los jadeos que escuchaba, mucho se temía que en esa ocasión Lauren había perdido la batalla. Se detuvo antes de salir de la alcoba, esperando, como cada noche.

    Lauren había seguido teniendo pesadillas.

Una noche tras otra le había oído sollozar y se había preparado para ir junto a ella, pero no le había dado tiempo a salir de la habitación. Apenas conseguía bajar de la cama escuchaba su grito sobresaltado seguido del sonido de una puerta al abrirse.

Luego, los pasos de sus pies desnudos recorriendo el corredor y parándose frente a su dormitorio. Cada noche había visto su silueta dibujada tras las cortinas de su propia alcoba, el perfil de su cabeza y las huellas de sus manos apoyadas contra el cristal mientras le observaba respirar agitada. Y cada noche había estado tentada de abrir la puerta y dejarle entrar... pero no podía hacer eso. No si ella estaba despierta, luchando contra el miedo. Y venciéndolo.

Pues cada noche ella regresaba a su cuarto sin llamarla. Y le admiraba por ello, no pensaba arrebatarle la victoria solo para liberarse de su propia preocupación.

    Pero esa vez estaba tardando demasiado en despertarse. Y ella no estaba dispuesta a permitir que sufriera más de lo necesario para vencer sus pesadillas. No si ella podía evitarlo.

    Abrió la puerta y salió al corredor exterior.

    —Tranquila, no tengas miedo —susurró entrando en el dormitorio. Se deslizó presurosa hasta la cama y encendió la luz de la mesilla—. Estoy aquí, contigo. No voy a dejar que nadie te haga daño.

    Le asió las manos, deteniendo su errático movimiento y, sin dejar de susurrarle palabras tranquilizadoras se inclinó, besándole la frente.

    Lauren se sentó en la cama abriendo los ojos. Ojos sin brillo, turbios, aterrados.

    —Estás aquí —jadeó temblorosa centrando su desenfocada mirada en ella. Envolvió su precioso rostro entre las manos y recorrió con dedos trémulos sus pómulos, su nariz, sus labios. Y mientras lo hacía frotaba las mejillas contra el sedoso pelo de la muchacha—. Estás aquí —repitió aliviada—. ¿No vas a irte, dejándome sola como hizo Anna? —musitó con la boca sobre su frente y los dedos enredados en su pelo—. No... Anna no se fue, yo la llevé —susurró sacudiendo la cabeza confundida—. Le prometí que iría a verla y no he ido. Va a pensar que me ha pasado algo. Se preocupará y no debe preocuparse, no es bueno para ella —sollozó angustiada—. Ayúdame... No dejes que le pase nada.

Amanecer Contigo, Camren G'PWhere stories live. Discover now