Condenados (1/?)

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Notas: ¡Uff! Primer capítulo de un fic que comencé en el año 2013 y que nunca terminé. Lo publiqué en Deviantart y solo escribí dos capítulos. Lo encontré entre mis documentos viejos y lo subo para que no se me pierda. De mis tiempos donde el drama era todo lo que podía escribir <33

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I. Decadencia

Martín quiso levantarse para ir a buscar abrigos y comida, pero los dedos enterrados de Manuel contra su chaqueta le detuvieron. Desde su posición, no podía ver más que la cabeza castaña de Chile, sus cabellos medio lisos y brillantes como solían ser de pequeño. Se quedó callado, y se empujó así mismo de nuevo al rincón helado, ese que había estado convirtiéndose en su hogar durante la última semana y del cual su amante y él no podían prescindir; aunque se estuviese congelando. Con un suspiro le pasó la mano por la espalda y Manuel se enroscó en su pecho como un gato mojado, todo lleno de magulladuras, cicatrices y cansancio.

Y las cicatrices duran por mucho tiempo, eso lo saben ambos. Permanecen abiertas, expuestas, sensibles a cualquier toque; se secan pero no cierran, alguien las palpa, y se manchan. Y ahí quedan, dolorosas, hirientes, incitan a las lágrimas. Y las lágrimas no se acaban, no importa lo mucho que llores. A veces, simplemente, se ocultan, temerosas de recorrer las mejillas sin destino alguno más que la tierra, donde se marchitarán. Nadie quiere marchitarse.

Algunas personas son muertas incluso antes de tener la oportunidad verdadera de vivir. Martín abraza el vientre lleno de vida de Manuel con fuerza cuando piensa en ello.

— No me dejí' —Masculló el menor contra el cuello de Argentina— Por favor, no nos dejí'.

— No podría —Dijo Martín como si en eso se le fuera la vida—. ¿Tenés frío?

— No. —y la mentira se diluyó por sus labios porque sentía el cuerpo congelado.

Habían ya agotado la conversación y, por otra parte, el rubio se disponía a no rendirse por más noches de vigilia que pasaran, entremedio del viento, la basura y el gentío maloliente. Tenía frío y hambre, un sueño que a pesar de notarse en las ojeras violetas que aparecían bajo sus ojos no podía demostrar, y miedo. Inseguridad, tensión, y un horrible tedio. Tenía dentro de sí la terrible sensación de encontrarse a la deriva, solo, sin fuerzas y sin embargo, cargando sobre sus hombros un peso que no podía mantener.

Martín no era tonto, sabía que habían cruzado la frontera hace mucho, él podía sentirlo. Él podía sentir su propio cuerpo. Y sabía también que las excursiones de los militares eran una bomba de tiempo, y ellos estaban retrasados, en cualquier minuto iban a atraparlos. Y no iba existir nadie que pudiera salvarlos, porque los agarrarían y ningún chileno lucharía por prevenir la tortuosa muerte de su nación. Manuel debía morir por su atrevimiento sucio y su promiscuidad sin extremos, ¿quién quisiera ser representado por una prostituta? Los dos están pensando lo mismo. Los recuerdos hacen mella. La indecorosa voz del presidente de Chile anunciando la pecaminosa situación, el degradante porvenir que Manuel había llevado al país; poniéndole precio a su cabeza viva, blasfemando contra la criatura que brotaba de sus entrañas con inocencia. La fría noche en la que la presidenta de Argentina había anunciado que la patria desapareció, ofreciendo dinero a cualquier argentino lo suficientemente patriota para traer de vuelta a la Casa Rosada a Martín y al vecino. Los querían a ambos vivos. A Manuel para arrancarle al niño del vientre y matarlo, y a Martín para que fuese testigo de ello. De esa manera sería libre por fin de las testarudas cadenas que le ceñían al cuerpo del enemigo. Era la triste guerra. Y el triste destino que les esperaba.

Hacían cuatro meses que la guerra había comenzado. Que se sorteó por fin el hecho desencadenante. Martín y Manuel lo sabían desde antes, fue por eso que decidieron escapar a nunca jamás (tonto nombre puesto por Chile para denominar a sus misteriosas tierras verdes) inmediatamente después de saber que un heredero venía en camino, porque ellos estaban seguros que cuando sus superiores se enteraran todo habría llegado a su fin. Así que velando por el futuro del niño que nacería, se escondieron en un pueblecito alejado de la civilización en el sur de Chile, en uno de esos que parecen sacados de la ficción, de esos que ya no existen en nuestra constante globalización. Por ahí donde las leyendas dicen que un sobreviviente Hitler habría pasado los últimos días de su vida.

Resguardados por Pueblo Mapuche, el comienzo del embarazo de Chile se desenvolvió con tibios problemas. Sus nervios iban a explotar en cualquier momento, y Martín parecía un loco preparando todo para su inminente escape: un par de mochilas, mucha comida, mucha agua, frazadas, capuchones. No duraron, sin embargo, un gran tiempo con la madre de Manuel porque pronto corrió el rumor del encubrimiento de la mujer y las milicias chilenas no dudaron en destruir todo lo que estuviese a su paso con tal de encontrar a la nación y llevarlo a La Moneda.

Una noche, huyeron, dejando atrás los indicios de un beso fugaz de Mapuche en los hinchados labios de Manuel y con la luz de las estrellas tintineando seguras bajo el negro cielo chileno, que cubría todo como un manto que no dejaba paso para la esperanza y la ilusión.

La idea era cruzar la frontera y luego, buscar ayuda. Un lugar seguro. Un país neutral, quizá. Pero las cosas estaban demasiado heridas como para siquiera intentarlo.

Cuatro meses, entonces, vagando. Cuatro meses de un deplorable y patético existir. Un andar que los había hecho miserables, a los tres.

El pelo de Martín oscureció y perdió su brillo, igual que sus ojos. Y la desnutrición le debilitó con horrores. Manuel no era más que un saco de huesos con un pellejo encima, y ni su estómago, que debería ser abultado a sus cuatro meses de gestación, daba luces de aparecer. Como si aquel niño supiera que estaba consumiendo las fuerzas de su madre lentamente y que pronto sería su nacimiento contra la continuidad de la vida de Chile. Un completo desastre.

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Where stories live. Discover now